Sudamérica acumula en el ambiente pesticidas prohibidos



Pesticidas prohibidos persisten en aguas, suelos y fauna sudamericana

Fecha de Publicación
: 10/04/2020
Fuente: SciDev
País/Región: América del Sur


Pese a que el uso de la mayoría de los pesticidas organoclorados (POC) está prohibido en América del Sur desde 1990, un estudio que revisó trabajos publicados a lo largo de 20 años halló que siguen presentes en ambientes costeros y marinos, incluso en altas concentraciones.
Publicada en Current Environmental Health Reports, la investigación se basó en los resultados de 63 artículos científicos y estimó que estas sustancias podrían permanecer por décadas en concentraciones ambientalmente perjudiciales.
En especial, los datos evidencian mayores riesgos asociados a pesticidas en costas de Brasil y Argentina.
Los pesticidas organoclorados son considerados contaminantes orgánicos persistentes debido a su alta toxicidad, solubilidad en grasas y resistencia a la degradación.
Muchos son semivolátiles por lo que pueden migrar a la atmósfera y ser transportados por largas distancias en estado gaseoso. Suelen fijarse en sedimentos y el suelo y contaminar océanos, donde tienden a acumularse en organismos vivos.
Los mamíferos marinos, los depredadores superiores, los peces y aves marinas, con frecuencia muestran las mayores concentraciones de POC.
En Sudamérica, la mayoría de los POC se usaron intensamente entre 1950 y 1990, cuando la producción y empleo de muchos de ellos se prohibió o restringió.
 Por ello, los autores del trabajo actual evaluaron la distribución espacial de los niveles residuales de POC registrados en 63 estudios efectuados en costas, mares, bivalvos, peces y mamíferos sudamericanos, para analizar el riesgo ecotoxicológico asociado a esas concentraciones en cada sitio evaluado.
Los sedimentos de algunos sitios costeros de Sudamérica mostraron niveles de  pesticidas que podrían dañar la estructura y función de la comunidad a largo plazo.
Entre estos lugares se destacan “la Bahía de Guanabara y el estuario de Santos, al sudeste de Brasil, y las costas argentinas de la región pampeana, como la laguna de Mar Chiquita, el estuario de Bahía Blanca, la Bahía de Samborombón y el estuario del Río Quequén”, dijo a SciDev.Net Andrés Arias, del Instituto Argentino de Oceanografía (IADO) en Bahía Blanca, Buenos Aires.
El estudio determinó que los niveles más altos de pesticidas se registraron cerca de las grandes ciudades y en ambientes costeros semicerrados como estuarios, bahías o lagunas.
Lautaro Girones, coautor del trabajo e integrante del IADO, explicó que “las costas, y en especial los ambientes semicerrados, pueden resultar más afectadas por la contaminación por pesticidas ya que reciben los aportes de grandes ciudades y campos agrícolas a través de los ríos, sistemas cloacales y deposición atmosférica y porque suelen tener gran potencial para acumular COP debido a los mayores tiempos de residencia del agua y mayores niveles de materia orgánica”.
La investigación reveló que, con excepción del aire, en todas las matrices ambientales estudiadas los niveles de DDT encontrados (plaguicida usado extensamente en el pasado) fueron notablemente más altos que los de otros pesticidas. El insecticida y acaricida endosulfan, por su parte, prohibido varios años después que los demás, fue el contaminante más encontrado en aire, con mayor presencia en Bahía Blanca, en relación al resto de la costa sudamericana.
“Los POC son tóxicos y muy persistentes; por eso se prohibieron. La detección de endosulfan podría explicarse porque es un pesticida que se 'difunde’ por aire pegado a partículas”, dijo a SciDev.Net Alicia Fernández Cirelli, directora de la Maestría en Gestión del Agua de la Universidad de Buenos Aires.
 Los autores advierten en el trabajo sobre la necesidad de “prestar atención al uso ilegal de pesticidas como el DDT, ya que se ha observado que en algunos lugares el aporte al ambiente fue reciente”.
En peces también hallaron niveles de DDT calificados de “preocupantes” en sitios como el interior del estuario del Río de la Plata (Argentina), en Bahía de Paranaguá (Brasil) y la costa de Cañete (Perú). También encontraron niveles calificados de riesgo toxicológico del insecticida lindano (HCH) en sábalos del interior del estuario del Río de la Plata.
“Si bien no hemos evaluado el riesgo sanitario asociado al consumo de peces pudimos estimar el riesgo ecotoxicológico relativo a los pesticidas organoclorados medidos y encontramos que algunos ambientes podrían estar en riesgo por los elevados niveles de DDT y HCH en peces”, dijo Arias, que pertenece también al Departamento de Química de la Universidad Nacional del Sur, en Bahía Blanca.
El estudio en bivalvos arrojó que las costas del Callao, en Perú, presentaron los mayores niveles de DDT en moluscos y choros. En cetáceos, en cambio, hallaron los mayores niveles de este mismo pesticida en los delfines costeros del suroeste de Brasil, con niveles máximos presentes en ejemplares maduros del Estuario de Cananéia, costas de San Pablo y Paraná, y Baixada Santista.
“Este tipo de artículos es de gran utilidad para recabar información toda junta y poder compararla, de manera de presentarla ante entidades gubernamentales como herramientas para futuras acciones”, dijo a SciDev.Net Karina Miglioranza, directora del Laboratorio de Ecotoxicología y Contaminación Ambiental del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina).
Un trabajo publicado en marzo por el Centro Latinoamericano de Investigaciones Agroecológicas (CELIA) halló que “en todo el mundo se aplican alrededor de 2.300 millones de kilogramos de pesticidas cada año, menos del 1 por ciento de los cuales alcanza las plagas objetivo. La mayoría termina en los sistemas de suelo, aire y agua, causando daños ambientales y en la salud pública”.
“Es sabio en estos días reflexionar sobre el hecho de que los ecosistemas sostienen las economías (y la salud). COVID-19 nos recuerda que el tratamiento irrespetuoso de la naturaleza tiene consecuencias, y cuando se ven perjudicadas, en última instancia, también lo son los humanos”, reflexionaron en el estudio Miguel Altieri y Clara Nicholls, de la Universidad de California, en Berkeley (Estados Unidos).
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