Covid-19: No matar al mesajero



El mensaje de los murciélagos

Fecha de Publicación
: 01/04/2020
Fuente: La Vanguardia (España)
País/Región: Internacional


Los murciélagos son señalados como el origen más probable del virus que ha dado lugar a la actual pandemia. Huidizos, nocturnos, desconocidos, los murciélagos arrastran toda una leyenda negra. Sin embargo, los expertos sostienen que, pese a todo, no deben ser estigmatizados. Que no son los culpables de la transmisión de la enfermedad y, en cambio, son muy beneficiosos porque controlan las poblaciones de insectos.
Sostienen que el fondo de la cuestión es la destrucción de hábitats y la mayor movilidad humana vinculada a la globalización. Por eso, enfermedades que antes estaban muy localizadas en áreas naturales se expanden por todo el globo como un reguero de pólvora.
Todo indica que el fatídico SARS-CoV-2 tiene como reservorio más probable a los murciélagos (Rhinolophus affinis). Es algo que ocurre con otros coronavirus.
Y ¿cómo llegó a los humanos? “Debe ser por alguien que ha consumido murciélago o que ha consumido una especie que había sido infectada a partir de coronavirus de murciélago…”, comenta el profesor Jordi Serra-Cobo, experto en eco-epidemiología y miembro del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universitat de Barcelona.
Una de las hipótesis más plausibles es que el virus pudo evolucionar a partir de los murciélagos a través de un animal huésped intermediario y luego pasó a humanos.
Es lo que ya ocurrió en otros brotes, con las civetas para el SARS y los camellos para el MERS. Varios estudios apuntan a que la población de pangolín malayo del sur de China puede ser ese animal desde el que el virus dio el salto a humanos.
“Inmunológicamente, los murciélagos están preparados para combatir virus. Son especies que aparecieron en el planeta hace unos 64 millones de años y que han desarrollado adaptaciones singulares para protegerse de los virus. Su organismo está permanentemente en prealerta para combatir a los virus. Por eso, las concentraciones de virus que circulan en su cuerpo son bajas…”, dice Jordi Serra-Cobo.
Y ¿por qué la enfermedad pasa ahora?
La pregunta es si esto ha sido así desde cientos o miles de años, ¿por qué la enfermedad ha pasado de murciélagos a humanos?
La respuesta es un concepto poco popular: el salto o transferencia zoonótica. “Las causas subyacentes del salto zoonótico desde los murciélagos a otras especies de fauna salvaje siempre han estado relacionadas con la actividad humana”, dice Andrew Cunningham, catedrático de Epidemiología de Fauna Salvaje de la Sociedad de Zoología de Londres, en declaraciones recogidas por The Atlantic.
El mercado de carne de Wuhan, China, donde la fauna salvaje se mantiene cautiva, hacinada y se vende como manjar o mascotas, pudo ser el escenario de esa fatídica mezcla de virus y especies. “O tal vez, antes”, dice Serra-Cobo.

Los mercados
Según Cunningham, “si en estos mercados, los murciélagos se mantienen próximos a otros animales y a los humanos, hay una oportunidad de que estos virus se expresen y se liberen en grandes cantidades”. Los animales del mercado pueden ser mucho más vulnerables a ser infectados si se encuentran estresados, dice este especialista.
Cuando los murciélagos sufren estrés –ya sea porque se les caza o por cambios drásticos en su hábitat, como la deforestación– su sistema inmune se debilita y le resulta mucho más difícil enfrentarse a los patógenos.
“Creemos que el estrés en los murciélagos tiene las mismas consecuencias que en los humanos”, cuenta Cunningham. “Esto permite que la infección aumente e incremente su probabilidad de transmisión”, dice Cunnhighan.

Invasión de hábitats
Serra-Cobo relaciona lo ocurrido con el fenómeno de “la invasión de hábitats y sistemas naturales antes nunca ocupados; y que ahora reciben una presencia humana masiva”. Muchas especies intentan o logran mantener sus refugios y se ocultan, pero otras entran en contacto con la población humana…
Deforestamos la selva tropical para crear asentamientos, infraestructuras, haciendas y granjas con todo tipo de animales. En los últimos 40 años, se ha perdido el 30% de la masa forestal tropical del sudeste asiático.
Pero todo esto hace que aumenten las probabilidades de entrar en contacto con patógenos, muchos de los cuales no eran conocidos hasta hace pocos años.
El resultado de la destrucción de los hábitats forestales (de los murciélagos así como otras especies presentes en los bosques) conlleva que los patógenos, que antes estaban confinados en lugares inaccesibles, entren en contacto con la especie humana.

Seres interconectados
La transmisión de patógenos procedentes de la fauna salvaje ha ocurrido desde tiempos inmemoriales, pero antiguamente las personas que resultaban infectadas (y que morían o sanaban) tenían un número limitado de contactos con otras personas.
En cambio, ahora “los seres humanos tienen más contactos debido a su gran movilidad aumentando de forma exponencial la capacidad de propagación del virus”. Así, un problema geográficamente localizado puede afectar a todo el planeta.

Tres puntos calientes
En el planeta hay actualmente, tres puntos calientes, zonas con abundantes patógenos donde es posible una fácil infección: el sudeste asiático, el África tropical y la América tropical (desde Centroamérica hasta la Amazonia).
Serra-Cobo sostiene que la zona de más riesgo es el sudeste asiático, al ser un gran polo de crecimiento económico con alta tasa demográfica y centro de muchos intercambios comerciales y de todo tipo.
Y ¿por qué estas tres áreas son los puntos epidemiológicos más calientes del planeta? “La clave es que en todas ellas hay una gran diversidad de especies, lo cual está muy relacionado con la diversidad de patógenos y de virus”. Esto hace que estas zonas del planeta sean potencialmente focos de fuentes patógenas entre ellos los virus.
Por todo ello, sería importante no alterar estos ecosistemas naturales; “si no, nos encontraremos con problemas como el ocasionado por este coronavius”.

Otros avisos previos
De hecho, en los últimos 20 años, “ya hemos tenido numerosas avisos”, como el SARS, la gripe aviar o la enfermedad que afectó a los cerdos (SADS CoV) hace tres años a los cerdos y que obligó a sacrificar miles de ejemplares.
“Hemos recibido ya reiterados avisos de que esto podría pasar; lo que no sabíamos era qué virus en concreto lo iba a ocasionar y cuando se produciría”, señala.
¿Podría pasar lo mismo con otros virus?
“Estoy seguro. No tengo ninguna duda. Lo que ha ocurrido nos debe preparar para estar alerta ante otras posibles epidemias”.
En este sentido, está convencido de que nos adentramos en algo que define como la “globalización de las enfermedades”.
Hasta ahora hemos valorado los impactos ambientales que causamos en términos de alteraciones a la biodiversidad y pérdida de hábitat. Pero ahora debemos hacer una evaluación en términos absolutos y tener en cuenta la repercusión de nuestros actos en la incorporación de patógenos a la sociedad humana. Es la manera de “calibrar realmente” lo que estamos ocasionando en la zona alterada, sentencia.
Por eso, insiste: “podemos ocasionar alternaciones con repercusiones importantes sin verlas inmediatamente, sin que, a simple vista, las podamos relacionar con sus efectos”. La pérdida de biodiversidad y la aparición de esos impactos severos no siempre van aparejadas sincronizadas unas a otra, sino que normalmente las consecuencias en la salud se producen al cabo de un tiempo, sin que se perciba esa vinculación a esa pérdida de biodiversidad”.
Serra alerta frente a riesgo de querer estigmatizar a los murciélagos. “Ellos no tienen ninguna culpa. Siempre han tenido virus. Lo que nos debe preocupar es saber qué estamos haciendo para que ahora nos lleguen los virus”. Ese es el mensaje de los murciélagos.
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