Los insectos desaparecen y es un verdadero problema
Lo que mata a los insectos
Fecha de Publicación: 02/04/2019
Fuente: The Conversation/Viento Sur
País/Región: Internacional
A menudo tenemos una imagen caricaturesca de los insectos: a veces ángeles, a veces demonios. Detestables y aparentemente invencibles, como chinches, cucarachas o plagas de cultivos. Los asesinos, como los mosquitos Anopheles, son los responsables indirectos de más muertes humanas en el siglo XX que todos los conflictos armados, debido a las enfermedades que nos transmiten. O, por el contrario, abejas admirables y útiles, víctimas de nuestras malas prácticas agrícolas. O también, maravillosas, esas hermosas mariposas cuyo colorido vuelo deleita nuestros ojos… En realidad, los insectos son legión y, como todos los seres vivos, tienen sus lados buenos y sus lados malos… que habría que captar con mayor prudencia y medida.
Innumerables pero vulnerables
Hay más de un millón de especies de insectos de las 2,4 millones conocidas. Y hay casi 40.000 especies tan solo en Francia. Representan biomasas colosales: ¡las hormigas pesan tanto como los humanos en la Tierra! Y prestan servicios ecológicos esenciales e innumerables. Novecientas especies de abejas contribuyen, por ejemplo, a la polinización de las plantas en Francia; los insectos también son una fuente importante de alimento para las aves y ayudan a regular miles de las llamadas especies dañinas (las mariquitas se encuentran entre nuestras mejores aliadas contra los pulgones).
A menudo percibidos como innumerables, tanto en número de especies como de individuos, parecen capaces de resistir todo. Sin embargo, estudios científicos recientes muestran repetidamente que esto no es así. El caso de las abejas domésticas y silvestres, que sufren terriblemente por nuestra gestión de los entornos naturales, es emblemático a este respecto. Publicado en octubre de 2017, un estudio sobre los insectos en áreas protegidas dentro de un paisaje agrícola en Alemania mostró una disminución dramática de la abundancia de poblaciones, del 76 % en 27 años.
Hace unos días se publicó un artículo en la muy seria revista Biological Conservation, que recopila los resultados de 73 estudios publicados en los últimos 40 años sobre el tema. Este riguroso artículo recopila todos los trabajos publicados, teniendo en cuenta los que analizan las tendencias cuantitativas (número de especies o abundancias) durante períodos de tiempo definidos. Realiza un análisis estadístico de los resultados de estos estudios, comparando el valor de los resultados estadísticos de los diferentes estudios, lo que se denomina un metaanálisis estadístico.
La constatación es apabullante y casi unánime: una fuerte tendencia a la baja en las poblaciones de insectos y la probable extinción de muchas especies en las próximas décadas, incluso más pronunciada que en el caso de las plantas o las aves.
El 41 % de las especies en declive
La lectura de este nuevo artículo es deprimente, ya que desgrana una serie de casos catastróficos que involucran a mariposas, himenópteros (abejas, avispas, hormigas), coleópteros (escarabajos, mariquitas, etc.), libélulas y otros grupos de insectos menos carismáticos, pero igualmente indispensables para la biodiversidad, como las perlas o las efímeras. Y esto en muchas regiones y diferentes tipos de entornos.
En total, sobre la base de todos estos estudios, los autores calculan que alrededor del 41 % de las especies de insectos están en declive, el doble que las de vertebrados y a un ritmo aún más rápido. Con respecto a los numerosos países implicados en los estudios examinados en este artículo (América del Norte, Europa, Brasil, China, Japón, Sudáfrica, Australia, etc.), se estima que un tercio de las especies están en riesgo de extinción, lo que supone una proporción colosal. También hay muchos casos de especies que ya están manifiestamente extintas.
Algunos de los estudios analizados se refieren a Francia, con especial atención a los escarabajos peloteros, que desempeñan un papel clave en el enterramiento de excrementos animales y muchos de los cuales están desapareciendo de manera alarmante. ¿Hay que recordar que debido a la falta de escarabajos peloteros locales, Australia tuvo que importarlos para evitar que kilómetros cuadrados de pastizales quedaran literalmente cubiertos de excrementos? Los autores del artículo también señalan que este registro catastrófico se establece a pesar de la relativamente escasa atención que los científicos y los ciudadanos prestan a los insectos, en comparación con los grupos de vertebrados (mamíferos, aves, etc.). De hecho, es probable que esta evaluación unánime resulte aún más negativa cuando se consideren más especies en áreas muy afectadas por las alteraciones ambientales humanas.
Causas claramente identificadas
Este metaanálisis también revela algunas causas de la disminución de las poblaciones de insectos, como el uso de productos contaminantes (fertilizantes, pesticidas). Ahora bien, siempre es probable que este planteamiento choque con opiniones contrarias. Estas se basan a menudo en el argumento de que la correlación no es razón. O sostienen que las diferentes causas estudiadas serían cada una de menor importancia so pretexto de que se suman. Por ejemplo, el estudio alemán mencionado anteriormente no estableció ninguna correlación ambiental simple con la disminución catastrófica de las poblaciones de insectos; por lo tanto, solo cabía sospechar de los tratamientos agrícolas locales cada vez más intensos (drenaje, pesticidas, etc.) desde hace varias décadas.
Dada la gravedad de la situación, estas sospechas, apoyadas por demostraciones indirectas negativas o correlaciones, también deben tenerse en cuenta. No solo en futuros estudios científicos, que serán más específicos, sino también al adoptar medidas urgentes y cautelares.
Desafortunadamente, los insectos no serán las únicas víctimas de la mala gestión de nuestros entornos naturales; causantes de muchas de estas perturbaciones, las comunidades humanas no escaparán a los efectos adversos para su salud o su bienestar de la contaminación de las aguas subterráneas, la esterilización del suelo, los numerosos contaminantes y el coste en carbono ridículamente elevado de producciones de circuito largo (por ejemplo, soja brasileña o mostaza canadiense para Europa).
La diversidad de estudios analizados en el artículo de Biological Conservation identifica claramente cuatro causas principales del declive de los insectos: la conversión de medios naturales (agricultura y urbanización, pérdida de diversidad de los paisajes, humedales), los productos contaminantes (ya sean fertilizantes o pesticidas, sabiendo que la mayoría de los pesticidas son insecticidas), factores biológicos (introducción de patógenos, especies invasoras o seudoauxiliares) y, finalmente, el cambio climático.
Estas son las causas principales que se citan en la mayoría de balances a escala mundial, relativos a la biodiversidad en su conjunto.
Consecuencias de este declive
En primer lugar, existe la certeza de que ya se perciben importantes efectos directos. Hace tiempo que conocemos los vínculos entre la abundancia de insectos y la existencia de muchas especies de aves, que dependen de ellos para su alimentación. A falta de insectos, desaparecen los pájaros.
También conocemos la preocupante situación del servicio de polinización debido a la disminución de las abejas domésticas y silvestres. Un menor número de polinizadores comportará una fuerte disminución de la productividad agrícola, con apenas alguna solución alternativa. También se conocen las relaciones complejas que existen dentro de las cadenas alimenticias, que incluyen a animales herbívoros, depredadores o parásitos. El declive de muchas especies, especialmente las llamadas especies especializadas, a menudo crea situaciones de desequilibrio en los ecosistemas: presenciamos, por ejemplo, la proliferación de sus antagonistas o la desaparición de sus asociados, todas ellas preocupantes desde el punto de vista ético o de la utilidad inmediata.
Luego está la compleja perspectiva de los efectos difusos y, por lo tanto, difíciles de prever. De hecho, debemos tratar de imaginar la complejidad de las redes de interacción entre las 40.000 especies de insectos, las 8.000 especies de plantas y los cientos de especies de vertebrados presentes en la Francia metropolitana. Aunque estas redes son bastante conocidas hoy en día, y particularmente los flujos que las recorren, se sabe mucho menos sobre los efectos de estos declives a niveles locales más finos. Por otro lado, algunas de las consecuencias pueden ser contraintuitivas: la pérdida de especies raras y escasas puede tener efectos importantes dado su papel clave en los ecosistemas.
Pistas para responder
¿Qué se puede hacer para remediar rápidamente esta situación? Sería necesario restaurar de inmediato la indispensable diversidad de paisajes, practicar masivamente una agricultura racional, léase ecológica, en la que el control biológico y las buenas prácticas permitan disminuir muy significativamente la aplicación de insumos. Si esta solución es bien conocida, desafortunadamente su implementación parece depender todavía de las tergiversaciones de los responsables políticos y los agentes económicos, a pesar de su rentabilidad…
En cuanto a las soluciones relativas al problema de las especies exóticas invasoras, que son una de las principales causas del declive de los insectos, las recomendaciones resultan mucho menos fáciles. En la actualidad, los intercambios y los transportes comerciales que comportan un flujo constante de especies localmente exóticas a cada ecosistema han adquirido una dimensión global que está fuera de control.
Gracias a un estudio genético, sabemos que algunas hembras, o incluso una sola hembra fecundada varias veces, probablemente están en el origen de la introducción del avispón asiático en Francia. En el caso de invasiones, es necesario poder actuar rápidamente ante sucesos a menudo localizados y ejecutar planes de erradicación drásticos. Otras tantas modalidades que rara vez se han usado hasta ahora.
Por encima de todo, debemos dejar de tener una visión maniquea de los insectos y de la naturaleza en general. Ni ángeles ni demonios, los insectos son nuestros compañeros en entornos naturales, para bien o para mal, y debemos interactuar con ellos cuidadosamente, sin pensar que su erradicación masiva por acción directa o negligencia es una solución posible. Su declive ya nos afecta.
Philippe Grandcolas es director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia. Este artículo se publica en colaboración con los investigadores del Instituto de Sistemática, Evolución, Biodiversidad del Museo Nacional de Historia Natural.
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Fecha de Publicación: 02/04/2019
Fuente: The Conversation/Viento Sur
País/Región: Internacional
A menudo tenemos una imagen caricaturesca de los insectos: a veces ángeles, a veces demonios. Detestables y aparentemente invencibles, como chinches, cucarachas o plagas de cultivos. Los asesinos, como los mosquitos Anopheles, son los responsables indirectos de más muertes humanas en el siglo XX que todos los conflictos armados, debido a las enfermedades que nos transmiten. O, por el contrario, abejas admirables y útiles, víctimas de nuestras malas prácticas agrícolas. O también, maravillosas, esas hermosas mariposas cuyo colorido vuelo deleita nuestros ojos… En realidad, los insectos son legión y, como todos los seres vivos, tienen sus lados buenos y sus lados malos… que habría que captar con mayor prudencia y medida.
Innumerables pero vulnerables
Hay más de un millón de especies de insectos de las 2,4 millones conocidas. Y hay casi 40.000 especies tan solo en Francia. Representan biomasas colosales: ¡las hormigas pesan tanto como los humanos en la Tierra! Y prestan servicios ecológicos esenciales e innumerables. Novecientas especies de abejas contribuyen, por ejemplo, a la polinización de las plantas en Francia; los insectos también son una fuente importante de alimento para las aves y ayudan a regular miles de las llamadas especies dañinas (las mariquitas se encuentran entre nuestras mejores aliadas contra los pulgones).
A menudo percibidos como innumerables, tanto en número de especies como de individuos, parecen capaces de resistir todo. Sin embargo, estudios científicos recientes muestran repetidamente que esto no es así. El caso de las abejas domésticas y silvestres, que sufren terriblemente por nuestra gestión de los entornos naturales, es emblemático a este respecto. Publicado en octubre de 2017, un estudio sobre los insectos en áreas protegidas dentro de un paisaje agrícola en Alemania mostró una disminución dramática de la abundancia de poblaciones, del 76 % en 27 años.
Hace unos días se publicó un artículo en la muy seria revista Biological Conservation, que recopila los resultados de 73 estudios publicados en los últimos 40 años sobre el tema. Este riguroso artículo recopila todos los trabajos publicados, teniendo en cuenta los que analizan las tendencias cuantitativas (número de especies o abundancias) durante períodos de tiempo definidos. Realiza un análisis estadístico de los resultados de estos estudios, comparando el valor de los resultados estadísticos de los diferentes estudios, lo que se denomina un metaanálisis estadístico.
La constatación es apabullante y casi unánime: una fuerte tendencia a la baja en las poblaciones de insectos y la probable extinción de muchas especies en las próximas décadas, incluso más pronunciada que en el caso de las plantas o las aves.
El 41 % de las especies en declive
La lectura de este nuevo artículo es deprimente, ya que desgrana una serie de casos catastróficos que involucran a mariposas, himenópteros (abejas, avispas, hormigas), coleópteros (escarabajos, mariquitas, etc.), libélulas y otros grupos de insectos menos carismáticos, pero igualmente indispensables para la biodiversidad, como las perlas o las efímeras. Y esto en muchas regiones y diferentes tipos de entornos.
En total, sobre la base de todos estos estudios, los autores calculan que alrededor del 41 % de las especies de insectos están en declive, el doble que las de vertebrados y a un ritmo aún más rápido. Con respecto a los numerosos países implicados en los estudios examinados en este artículo (América del Norte, Europa, Brasil, China, Japón, Sudáfrica, Australia, etc.), se estima que un tercio de las especies están en riesgo de extinción, lo que supone una proporción colosal. También hay muchos casos de especies que ya están manifiestamente extintas.
Algunos de los estudios analizados se refieren a Francia, con especial atención a los escarabajos peloteros, que desempeñan un papel clave en el enterramiento de excrementos animales y muchos de los cuales están desapareciendo de manera alarmante. ¿Hay que recordar que debido a la falta de escarabajos peloteros locales, Australia tuvo que importarlos para evitar que kilómetros cuadrados de pastizales quedaran literalmente cubiertos de excrementos? Los autores del artículo también señalan que este registro catastrófico se establece a pesar de la relativamente escasa atención que los científicos y los ciudadanos prestan a los insectos, en comparación con los grupos de vertebrados (mamíferos, aves, etc.). De hecho, es probable que esta evaluación unánime resulte aún más negativa cuando se consideren más especies en áreas muy afectadas por las alteraciones ambientales humanas.
Causas claramente identificadas
Este metaanálisis también revela algunas causas de la disminución de las poblaciones de insectos, como el uso de productos contaminantes (fertilizantes, pesticidas). Ahora bien, siempre es probable que este planteamiento choque con opiniones contrarias. Estas se basan a menudo en el argumento de que la correlación no es razón. O sostienen que las diferentes causas estudiadas serían cada una de menor importancia so pretexto de que se suman. Por ejemplo, el estudio alemán mencionado anteriormente no estableció ninguna correlación ambiental simple con la disminución catastrófica de las poblaciones de insectos; por lo tanto, solo cabía sospechar de los tratamientos agrícolas locales cada vez más intensos (drenaje, pesticidas, etc.) desde hace varias décadas.
Dada la gravedad de la situación, estas sospechas, apoyadas por demostraciones indirectas negativas o correlaciones, también deben tenerse en cuenta. No solo en futuros estudios científicos, que serán más específicos, sino también al adoptar medidas urgentes y cautelares.
Desafortunadamente, los insectos no serán las únicas víctimas de la mala gestión de nuestros entornos naturales; causantes de muchas de estas perturbaciones, las comunidades humanas no escaparán a los efectos adversos para su salud o su bienestar de la contaminación de las aguas subterráneas, la esterilización del suelo, los numerosos contaminantes y el coste en carbono ridículamente elevado de producciones de circuito largo (por ejemplo, soja brasileña o mostaza canadiense para Europa).
La diversidad de estudios analizados en el artículo de Biological Conservation identifica claramente cuatro causas principales del declive de los insectos: la conversión de medios naturales (agricultura y urbanización, pérdida de diversidad de los paisajes, humedales), los productos contaminantes (ya sean fertilizantes o pesticidas, sabiendo que la mayoría de los pesticidas son insecticidas), factores biológicos (introducción de patógenos, especies invasoras o seudoauxiliares) y, finalmente, el cambio climático.
Estas son las causas principales que se citan en la mayoría de balances a escala mundial, relativos a la biodiversidad en su conjunto.
Consecuencias de este declive
En primer lugar, existe la certeza de que ya se perciben importantes efectos directos. Hace tiempo que conocemos los vínculos entre la abundancia de insectos y la existencia de muchas especies de aves, que dependen de ellos para su alimentación. A falta de insectos, desaparecen los pájaros.
También conocemos la preocupante situación del servicio de polinización debido a la disminución de las abejas domésticas y silvestres. Un menor número de polinizadores comportará una fuerte disminución de la productividad agrícola, con apenas alguna solución alternativa. También se conocen las relaciones complejas que existen dentro de las cadenas alimenticias, que incluyen a animales herbívoros, depredadores o parásitos. El declive de muchas especies, especialmente las llamadas especies especializadas, a menudo crea situaciones de desequilibrio en los ecosistemas: presenciamos, por ejemplo, la proliferación de sus antagonistas o la desaparición de sus asociados, todas ellas preocupantes desde el punto de vista ético o de la utilidad inmediata.
Luego está la compleja perspectiva de los efectos difusos y, por lo tanto, difíciles de prever. De hecho, debemos tratar de imaginar la complejidad de las redes de interacción entre las 40.000 especies de insectos, las 8.000 especies de plantas y los cientos de especies de vertebrados presentes en la Francia metropolitana. Aunque estas redes son bastante conocidas hoy en día, y particularmente los flujos que las recorren, se sabe mucho menos sobre los efectos de estos declives a niveles locales más finos. Por otro lado, algunas de las consecuencias pueden ser contraintuitivas: la pérdida de especies raras y escasas puede tener efectos importantes dado su papel clave en los ecosistemas.
Pistas para responder
¿Qué se puede hacer para remediar rápidamente esta situación? Sería necesario restaurar de inmediato la indispensable diversidad de paisajes, practicar masivamente una agricultura racional, léase ecológica, en la que el control biológico y las buenas prácticas permitan disminuir muy significativamente la aplicación de insumos. Si esta solución es bien conocida, desafortunadamente su implementación parece depender todavía de las tergiversaciones de los responsables políticos y los agentes económicos, a pesar de su rentabilidad…
En cuanto a las soluciones relativas al problema de las especies exóticas invasoras, que son una de las principales causas del declive de los insectos, las recomendaciones resultan mucho menos fáciles. En la actualidad, los intercambios y los transportes comerciales que comportan un flujo constante de especies localmente exóticas a cada ecosistema han adquirido una dimensión global que está fuera de control.
Gracias a un estudio genético, sabemos que algunas hembras, o incluso una sola hembra fecundada varias veces, probablemente están en el origen de la introducción del avispón asiático en Francia. En el caso de invasiones, es necesario poder actuar rápidamente ante sucesos a menudo localizados y ejecutar planes de erradicación drásticos. Otras tantas modalidades que rara vez se han usado hasta ahora.
Por encima de todo, debemos dejar de tener una visión maniquea de los insectos y de la naturaleza en general. Ni ángeles ni demonios, los insectos son nuestros compañeros en entornos naturales, para bien o para mal, y debemos interactuar con ellos cuidadosamente, sin pensar que su erradicación masiva por acción directa o negligencia es una solución posible. Su declive ya nos afecta.
Philippe Grandcolas es director de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) de Francia. Este artículo se publica en colaboración con los investigadores del Instituto de Sistemática, Evolución, Biodiversidad del Museo Nacional de Historia Natural.
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