La corriente Amoc podría colapsar antes de lo previsto

 


El colapso de la Corriente Oceánica del Atlántico es cada vez más probable. ¿Un futuro climático al borde del abismo?

Fecha de Publicación: 01/09/2025
Fuente: Portal MeteoRed
País/Región: Internacional


Un estudio con 25 modelos climáticos advierte que la Circulación Meridional del Océano Atlántico (AMOC) podría colapsar en 2063, amenazando con alterar el clima global de forma irreversible, como en una película de Hollywood.
La película El día después de mañana nos mostró un mundo donde el colapso de las corrientes oceánicas desencadena un caos climático: tormentas extremas, nevadas en los trópicos y un frío glacial en Europa.
Aunque Hollywood exageró el ritmo y la magnitud, la ciencia detrás no es pura ficción. La Circulación Meridional del Océano Atlántico (AMOC por sus siglas en inglés), un sistema vital de corrientes oceánicas, está en riesgo real de debilitarse o colapsar debido al cambio climático, y un nuevo estudio sugiere que esto podría comenzar en 2063.
Este sistema, esencial para regular el clima global, está mostrando señales de alarma. Un análisis de 25 modelos climáticos indica que, si no reducimos drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, la AMOC podría llegar a un punto de inflexión con consecuencias devastadoras.
Desde cambios extremos en el clima hasta impactos en la agricultura y el nivel del mar, el colapso de la AMOC no es solo un problema de película: es una amenaza que debemos entender y enfrentar.

La AMOC, el motor climático del planeta
Podemos imaginarla como el sistema circulatorio de nuestro planeta: la AMOC es una gigantesca corriente que transporta agua caliente y salada desde los trópicos hacia el norte del Atlántico y agua fría y más densa de regreso al sur. Este flujo, que incluye la Corriente del Golfo, mantiene los inviernos europeos más suaves, regula las lluvias en los trópicos y transporta hasta el 25 % del calor global océano-atmósfera. 
El calentamiento global está poniendo en jaque este sistema. El derretimiento de glaciares en Groenlandia y el aumento de lluvias vierten grandes cantidades de agua dulce en el Atlántico Norte, lo que es como añadirle agua al combustible de un motor: lo hace fallar.
El agua dulce reduce la densidad del agua salada, impidiendo que en regiones donde se enfría lo suficiente, se hunda y mantenga así el flujo de la AMOC. Si este proceso se detiene, la AMOC podría debilitarse o incluso colapsar, afectando el clima de manera drástica en todo el mundo… ¡y los datos muestran que ya está perdiendo fuerza!

Consecuencias del colapso: un mundo irreconocible
Un colapso de la AMOC tendría efectos devastadores y en cascada en todo el planeta. En Europa, especialmente en el noroeste (Reino Unido, Irlanda, Noruega, Suecia, Dinamarca, Islandia), las temperaturas podrían caer entre 5 y 10 °C, con caídas extremas de hasta 30 °C en invierno en algunas zonas. Esto haría los inviernos más severos, lo que podría disparar los costos de calefacción y adaptación de infraestructura, afectando la agricultura.
Las borrascas invernales se intensificarían, trayendo tormentas más frecuentes y potentes, y una mayor proporción de precipitaciones caería como nieve, alterando ecosistemas y sistemas de transporte. En el sur de Europa, como la Península Ibérica, se esperan sequías más prolongadas junto con lluvias torrenciales impredecibles, afectando cultivos como el olivo o el trigo.
A nivel global, los impactos serían igualmente graves. En la costa este de EE. UU., el cese del flujo de la AMOC podría elevar el nivel del mar hasta 50 cm adicionales, inundando ciudades como Nueva York, Miami o Boston, y exacerbando los efectos de las marejadas ciclónicas. 
En los trópicos, la Zona de Convergencia Intertropical se desplazaría hacia el sur, alterando las lluvias en regiones como el Amazonas, el Sahel africano y el sur de Asia. Esto podría provocar sequías severas, amenazando la seguridad alimentaria de miles de millones de personas que dependen de cultivos como el arroz o el maíz. La agricultura en regiones dependientes de lluvias predecibles, como América Latina, enfrentaría pérdidas masivas.
Los monzones asiáticos, vitales para la agricultura en India, podrían debilitarse, causando hambrunas y crisis económicas.Los ecosistemas marinos también sufrirían, ya que la AMOC transporta oxígeno y nutrientes, y su colapso reduciría el oxígeno disuelto en aguas profundas, causando anoxia y afectando la vida marina, desde el plancton hasta los peces comerciales, con consecuencias en la pesca en regiones como el Atlántico Norte, afectando comunidades en Galicia, el Cantábrico o el Golfo de Cádiz. 
 La interrupción de rutas marítimas por condiciones climáticas extremas y cambios en las corrientes afectaría el comercio global, aumentando costos para operadores y puertos. Además, la menor absorción de CO₂ por el océano agravaría el calentamiento global, creando una retroalimentación negativa: mientras Europa se enfría, los trópicos y el hemisferio sur se calentarían más, intensificando olas de calor y huracanes.

El colapso, más cerca de lo que pensamos
Un supercomputador holandés ha simulado estos escenarios, mostrando que un colapso podría intensificar huracanes y tormentas extremas en algunas regiones mientras otras se vuelven áridas. La gravedad de estas consecuencias dependerá de cuánto logremos reducir las emisiones en las próximas décadas.
Un estudio publicado el 24 de agosto en el Journal of Geophysical Research: Oceans analizó 25 modelos climáticos y encontró que los flujos de boyancia superficial, un indicador clave de la salud de la AMOC y que son son como el "empuje" que decide si el agua del océano sube o baja, señalan un posible colapso hacia 2063 en escenarios de altas emisiones (SSP5-8.5). Aunque hay incertidumbre (el rango va de 2026 a 2095), la tendencia es clara: sin acción, el riesgo crece. En escenarios de emisiones más bajas (SSP2-4.5), el colapso es menos probable, lo que nos da una ventana de oportunidad.
Este momento crítico nos recuerda que nuestras decisiones hoy, desde reducir emisiones hasta proteger los ecosistemas, son clave para evitar un futuro donde el clima se vuelva irreconocible.
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Sudamérica con alto potencial para reforestar el planeta

 


Sudamérica posee el mayor potencial para reforestar el planeta

Fecha de Publicación
: 01/09/2025
Fuente: Agencia IPS
País/Región: América del Sur


América del Sur tiene el mayor potencial para la plantación sostenible de árboles, en su gran superficie de bosques talados, señaló un estudio que acaba de divulgar la revista Science, sobre la forestación como vía para enfrentar el cambio climático y salvar al agua y a la biodiversidad en el planeta.
En el mundo, señala el estudio, es posible restaurar bosques en una superficie total disponible de 389 millones de hectáreas (el tamaño aproximado de India), lo que permitiría almacenar 39,9 gigatoneladas de carbono para 2050, equivalentes a aproximadamente 63 % del sumidero anual de carbono de la última década.
Los científicos, 14 investigadores de Australia, China, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, llegaron a estos números tras elaborar mapas globales de carbono del suelo -principalmente de su capa superior-, los cuales revelan las ganancias y las pérdidas de carbono con la forestación.
El mayor potencial para la plantación sostenible de árboles se encuentra en Sudamérica. Solo Brasil representa una quinta parte de la superficie potencialmente adecuada para la forestación.
La publicación del estudio llega en un momento clave, a tres meses de que se reúna en Belém, Brasil, la 30 Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en la que los bosques tropicales estarán en el centro de las negociaciones climáticas.
Hasta ahora, los países de todo el mundo se han comprometido a plantar 230 millones de hectáreas de árboles hasta 2030; pero solo la mitad de los compromisos se han realizado en tierras disponibles de forma sostenible.
La cantidad de tierra disponible para la plantación de árboles es la mitad o a lo sumo dos tercios de las estimaciones anteriores, una vez limitadas para evitar impactos negativos sobre la biodiversidad, la seguridad alimentaria, los recursos hídricos y el calentamiento regional.
Además, esto solo compensa una fracción de las enormes emisiones aportadas por los combustibles fósiles.
En combinación con las limitaciones de la sostenibilidad, los compromisos actuales de plantación de árboles sólo compensarían una pequeña parte de las emisiones de combustibles fósiles.
El estudio también subraya que detener la pérdida de bosques, así como proteger y gestionar los bosques existentes es tan importante, o más, que crear otros nuevos.
En el mundo cerca de un tercio de la superficie terrestre aún está cubierta de bosques, unos 4000 millones de hectáreas, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Detener por completo la pérdida mundial de bosques de aquí a 2030 podría evitar emisiones casi tres veces superiores a los compromisos actuales de plantación de árboles, si se tienen en cuenta los límites de la sostenibilidad.
En general, el estudio concluye que se necesita una planificación y una política más inteligente para liberar el potencial climático de la plantación de árboles.
Zhanghai Qin, coautor del estudio, dijo que “el potencial de la plantación de árboles para almacenar carbono es absolutamente enorme, pero debe hacerse con cuidado. Esto significa utilizar la tierra realmente disponible, prestando atención a las salvaguardias y las limitaciones de sostenibilidad”.
Asimismo, los investigadores señalan que, para asegurar la participación de las regiones tropicales en estos esfuerzos, sobre todo en países de renta baja y media, la financiación internacional es fundamental.
El estudio revela que 90 % de la superficie prometida para la plantación de árboles hasta la fecha se encuentra en países de ingresos bajos y medios.
Brasil, país que presidirá la COP30, planea lanzar el Fondo de Bosque Tropical para Siempre, un mecanismo de financiamiento que busca recompensar a los países que reduzcan la deforestación.
El estudio de Science refuerza la urgencia de que estos esquemas de financiamiento sean diseñados con equidad, pues, aunque la mayor parte del potencial sostenible de forestación está en Sudamérica, los compromisos de plantación de árboles en la región hasta ahora son limitados.
Europa también representa una cuarta parte de la superficie potencial disponible, pero hasta ahora solo ha prometido plantar árboles en 13 % de ese espacio.
En cambio, los países africanos -con mucho menos potencial sostenible, con grandes extensiones de tierras áridas- están asumiendo desproporcionadamente el esfuerzo.
África por sí sola representa la mitad de la superficie comprometida -por ejemplo, en la “muralla verde” a plantar en el Sahel, la franja semiárida que cruza el continente de oeste a este- aunque, una vez considerados los impactos en la biodiversidad, solo cuenta con cuatro por ciento de la superficie potencial mundial.
El Fondo podría ayudar a corregir esos desequilibrios, si viene acompañado de compromisos financieros ambiciosos de los países desarrollados, para apoyar la restauración de bosques y para garantizar la protección de los ya existentes.
Los resultados del estudio también dialogan con los compromisos recientes de los países amazónicos, reunidos la semana pasada en Bogotá bajo la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (Otca).
Allí se insistió en la necesidad de financiamiento internacional para sostener los planes de reducción de la deforestación y restauración de ecosistemas.
El estudio reconoce que “el desarrollo social y económico, las prioridades de conservación y las necesidades e intereses de las comunidades también deben tenerse en cuenta al contabilizar la oferta y la productividad de las tierras” a reforestar “para determinar el potencial de mitigación ‘práctico’, no solo ‘teórico’, por país y región”.
“La efectividad de la forestación como una solución climática natural depende en última instancia de tomar acción: actuar más rápido, establecer objetivos más altos, priorizar áreas con mayores beneficios y coordinar esfuerzos globales para los lugares correctos con especies adecuadas”, concluyen los autores.
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