La crisis, el clima y los mercados

La crisis, el clima y los mercados

Fecha de Publicación
: 15/10/2012
Fuente: Canarias Ahora
País/Región: Internacional



El cambio climático y la economía de uso intensivo del carbono causan cinco millones de muertes cada año, 400.000 debidas al hambre y las enfermedades transmisibles agravadas por este elemento químico y 4,5 millones vinculadas a la economía del carbono y la contaminación atmosférica. Los efectos del cambio climático ya cuestan a la economía mundial el 1,6% de su PIB (1,2 billones de dólares al año); el rápido ascenso de las temperaturas y la contaminación relacionada con el carbono doblará los costes alcanzando el 3,2% del PIB mundial en 2030; las pérdidas para los países más pobres son ya enormes y se prevé que se llegue a un 11% del PIB de promedio; las principales economías mundiales se están viendo igualmente afectadas: en menos de 20 años, China soportará la mayor parte de las pérdidas, con más de 1,2 billones de dólares, la economía de Estados Unidos se frenará en un 2% y la de la India experimentará una recesión de más de un 5%; a principios de la década de los treinta de este siglo más de 130 países alcanzarán un factor de vulnerabilidad alto, frente a los 90 que lo sufren en la actualidad; los daños en la producción agrícola o las condiciones climáticas extremas multiplicarán las muertes por desnutrición, pobreza y enfermedades, con especial rigurosidad en los países pobres…
Se trata de los últimos datos aportados, el pasado 26 de septiembre, por el Monitor de Vulnerabilidad Climática elaborado por DARA, una institución internacional independiente y humanitaria fundada en 2003, y por el Foro de Vulnerabilidad Climática, un grupo de cooperación gubernamental que reúne a 27 países en desarrollo de Asia, África y América, que se enfrentan a altos grados de inseguridad debidos a la transformación del clima.
Para José María Figueres, expresidente de Costa Rica y uno de los asesores del informe, supervisado por más de 50 científicos, economistas y expertos en políticas públicas, “mil trescientos millones de personas siguen luchando para escapar de las formas más extremas de pobreza, mientras las principales economías luchan por dejar atrás agobiantes crisis financieras y económicas (…). El Monitor muestra como la falta de acción ya ha causado daños sin precedentes en la economía mundial y amenaza a la vida humana en todo el mundo”. Según la “Guía del cálculo frío de un planeta caliente”, un cálculo meramente económico demuestra la rentabilidad de tomar medidas decididas contra el cambio climático a nivel mundial para evitar las desastrosas consecuencias económicas y humanas que tendrá el crecimiento del consumo de combustibles fósiles previsto a gran escala.
Desde luego, no se trata del único informe elaborado sobre este tema por organismos internacionales y la comunidad científica, pero sí el más reciente y contundente. Hace unos meses, la ONU nos advertía de cambios “sin precedentes” en la Tierra con la mayor concentración en la atmósfera de CO en 850.000 años; de una degradación de los bosques y los suelos que suponen un costo superior a los daños de la crisis; con un 80% de la población viviendo en zonas donde el suministro de agua se encuentra amenazado (Paul Kennedy, catedrático de Yale, afirma que el mayor peligro para el mundo de aquí a 2050, la mayor amenaza para la seguridad de los humanos, es la escasez de agua potable); de un brutal deterioro de los océanos, el deshielo de los glaciares y una pérdida de la diversidad alarmante. Para la Global Network of Science Academies, que engloba a 105 academias científicas del todo el mundo, si la población mundial sigue creciendo al ritmo actual y si mantenemos el consumismo voraz de hoy día, las consecuencias para la naturaleza y el futuro de la humanidad serán atroces.
En fin, se podrían seguir poniendo decenas de ejemplos que se dan de bruces contra la globalización neoliberal que continúa anteponiendo su estrategia ante la crisis frente a los compromisos medioambientales. La profunda fe en la capacidad del mercado para solucionarlo todo deriva en un ambientalismo de libre mercado que considera que “los problemas ambientales tienen lugar debido a que los derechos de propiedad, un requisito de los mercados libres, no están siendo identificados o aplicados. Los problemas de polución del aire, de los ríos, y de los océanos se deben todos a la falta de derechos de propiedad privada y/o de su protección. Dado que clarificar y proteger los derechos de propiedad es la función básica del gobierno en una sociedad libre, los problemas ambientales son un ejemplo de la falla del gobierno, no de la falla del mercado”.(Roy E. Cordato).
El mismo Nicholas Stern, en su informe de 2006, o Anthony Giddens más recientemente en su libro “La política del cambio climático. Alianza Editorial” centran las alarmas más en una catástrofe financiera que en la sostenibilidad social y ambiental. Esta es la tesis economicista que no puede combatirse más que desde el control y soberanía de los estados y la política sobre los grandes poderes económicos que se han adueñado de los términos “sostenible” o “verde” para disfrazar una voracidad a la que no pretenden renunciar.
El investigador estadounidense Lester Brown sostiene que para salvar la civilización y erradicar el hambre y la pobreza se hace necesario un plan contra el cambio climático que vaya más allá de los acuerdos internacionales sobre el clima, que han quedado obsoletos por las presiones de los grandes poderes económicos y políticos, lo que coincide con los planteamientos de Jeffrey Sachs cuando mantiene que el desarrollo económico necesita volverse rápidamente sostenible para lo que se requiere un nivel de cooperación mundial que no se ve por ningún lado.
Al menos en teoría, Connie Hedegaard, Comisaria europea de Acción por el Clima parece tenerlo claro: “resultan sencillamente increíbles los grandes riesgos que algunos están dispuestos a hacer correr a las generaciones futuras. A pesar de los hechos y datos a nuestra disposición, sigue habiendo muchos grupos de intereses partidarios de que no se haga nada o de que se siga como si no ocurriera nada, o de que simplemente nos olvidemos de la crisis climática hasta que hayamos resuelto la crisis económica”.
Por estas latitudes vivimos en un territorio especialmente sensible que ha visto como en los últimos meses se han sucedido siete olas de calor. Los fenómenos tropicales se nos acercan. Las enfermedades de otros climas hacen signo de presencia. La aguas se calientan y empiezan a aparecer peces de otras latitudes. No estaría de más que defendiéramos con más ahínco un modelo de desarrollo que pase por la democratización de la energía, por la utilización de las renovables frente a las fósiles, por el uso racional del territorio…Pero por ahora la apuesta sigue siendo la de atacar a las renovables y defender el gas y las extracciones de petróleo. Ah, y amnistiar a miles de viviendas construidas en dominio público.
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