Haití no necesitaba terremotos

Haití no necesitaba terremotos

Fecha de Publicación: 20/01/2010
Fuente: La Nueva España (España)
País/Región: Haití



La expectativa de vida no supera los 50 años, y el VIH mata al 60 por ciento de una población en la que sólo un 10 por ciento tiene acceso a la sanidad
Un terremoto de siete grados en el país más pobre significa que en Haití ha temblado un suelo que no existe. El seísmo es una catástrofe natural, pero lo sucedido en el alimenticio suelo haitiano es el producto de un «arboricidio» sistemático que empezó poco después de que el 5 de diciembre de 1492, en su primer viaje a Indias, Cristóbal Colón pisara esta entonces frondosa isla de las Antillas Mayores, que llamó La Española, bañada al norte por el océano Atlántico y al sur por el mar Caribe.
Los que la han visitado destacan lo pelado que está Haití -la parte más occidental de la isla-, frente a su vecina, la República Dominicana. Son dos países, dos historias, dos colonias y dos independencias diferentes, pero en Haití siempre el mismo «arboricidio». Según «National Geographic», los españoles talaron para plantar azúcar, y luego los franceses, para los lucrativos plantíos de café, índigo y tabaco.
Cuando los esclavos se rebelaron en 1804, pagaron su independencia en árboles: Francia recibió 93 millones de francos de su ex colonia como indemnización, la mayoría en madera. Después, especuladores y agricultores de clase alta expulsaron a los campesinos de los valles fértiles a zonas boscosas y escarpadas, donde cultivaron intensivamente maíz, fríjol y yuca en estrechas parcelas y lo combinaron con una industria creciente de carbón vegetal y madera para combustible que extremó la deforestación y la pérdida de suelo.
Hoy queda menos del 4% de los bosques de Haití, y el suelo está erosionado hasta la capa rocosa. De 1991 a 2002 la producción alimenticia per cápita disminuyó el 30%. «La tierra está cansada», dicen allí.
Ser el país más pobre del continente americano significa ocupar el puesto 108.º en el índice de desarrollo humano, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y que de los 8.120.000 haitianos (antes del terremoto) el 65% de la población viva por debajo de la línea de la pobreza y no supere los 50 años. La mitad de los haitianos tiene menos de 16 años.
El 47% de los haitianos sufre de desnutrición crónica. El arroz es el 20% de la dieta en Haití, y aumenta. En 1981 el país importó 16.000 toneladas. Hoy se introducen veinte más y produce menos de un cuarto del que consume. Las subidas del precio del arroz internacional aportan hambre. Según dijo a «National Geographic» la ecologista Sasha Kramer, los agricultores haitianos no pueden vender suficientes mangos (una de sus exportaciones, como manufacturas livianas, café y aceites) para costear el arroz importado.
Un 60% de la población muere de sida, la tasa más alta en el Caribe, según la Organización Mundial de la Salud. El 90% no tiene acceso a la sanidad.
Si en la calle se compran víveres y el agua a los aguadores, se deambula, se duerme a la intemperie o entre basura, se come, se bañan en aguas nauseabundas y se muere, es porque el 80% de la gente no tiene empleo y el 80% de los niños no está escolarizado.
Al otro lado de la frontera está la República Dominicana, un país situado en la mitad de la tabla mundial de desarrollo humano, donde la expectativa de vida es 22 años superior, y la renta per cápita, seis veces más alta (1.155 por 6.706 dólares en 2009).
El antropólogo evolucionista estadounidense Jared Diamond estudió las diferencias entre los dos países en un capítulo de «Colapso», su libro de 2005. La primera República negra del mundo fue francesa, y mientras que Francia explotó los recursos haitianos, España ignoró a la República Dominicana. Haití no desarrolló una agricultura comercial, y trató de extraer la riqueza mediante los campesinos. Como resultado, la mayor parte del país fue usada sin ningún criterio de sostenibilidad o previsión del impacto a largo plazo de las acciones. El sistema esclavista de los franceses fue rápidamente demolido tras la independencia de Haití (1804): «Los antiguos esclavos mataron a muchos blancos, destruyeron las plantaciones y la infraestructura, con objeto de hacer imposible la reconstrucción del sistema esclavista, y dividieron las plantaciones en pequeñas granjas familiares. (?) Haití también perdió recursos humanos con la matanza de la población blanca y la emigración de los supervivientes». Durante el resto del siglo XIX las élites haitianas cerraron el país al comercio.
Tras la independencia, la República Dominicana sufrió una sucesión dictadores; el peor, Leónidas Trujillo («el Chivo» de la novela de Mario Vargas Llosa), pero su sucesor, Joaquín Balaguer, «reconoció la necesidad que tenía el país de mantener sus fuentes de agua boscosas para afrontar las necesidades energéticas de la República mediante la energía hidroeléctrica, así como garantizar el agua para las necesidades domésticas e industriales. (?) Prohibió drásticamente toda la tala comercial en el país y cerró todos los aserraderos», señala Jared. Balaguer declaró la tala ilegal un crimen contra la seguridad del Estado.
El último medio siglo político ha puesto en la actualidad a Haití de forma desproporcionada con su tamaño. En 1957 fue elegido presidente François Duvalier, conocido como «Papa Doc», un dictador ayudado militar y financieramente por EE UU. En 1964 se proclamó presidente vitalicio, y su hijo, Jean-Claude Duvalier («Nené Doc») lo sucedió en 1971. En enero de 1986 una insurrección popular lo obligó a exiliarse y el Ejército se hizo con el poder formando un Consejo Nacional de Gobierno presidido por el general Henri Namphy.
En enero de 1988 ascendió a la Presidencia Leslie François Manigat, depuesto seis meses después por Namphy, a quien derrocó Prosper Avril. Tras una presidencia provisional de Ertha Pascal Trouillot, depuesta por un golpe de Estado, Jean-Bertrand Aristide fue proclamado presidente electo en febrero de 1991, pero es depuesto de forma sangrienta tras una grave crisis interna en 2004 que culminó con la ocupación de Haití por cascos azules de la ONU.
En 2006 René Préval es elegido presidente del país. Es el único jefe de Estado de Haití elegido democráticamente que terminó su mandato (1996-2002) y entregó el poder voluntariamente. Volvió como presidente en 2006 y el pasado enero había prometido elecciones para el próximo día 28.

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