La ropa con plásticos y su enorme impacto



De la percha al plato: los microplásticos se meten en nuestra dieta

Fecha de Publicación
: 22/11/2018
Fuente: Agencia IPS
País/Región: Internacional


Indumentaria sintética, ropa desechable, cosméticos, exfoliantes y pastas de dientes blanqueadoras son solo algunas de las fuentes de plásticos microscópicos que llegan a mares y ríos y terminan en nuestros platos.
La ropa de bajo costo, producto de la llamada moda rápida (‘fast fashion’) inunda las tiendas, y en la mayoría de los casos ofrece prendas tan baratas como efímeras. En la lógica de consumo del capitalismo más voraz la idea tiene sentido: la moda cambia, hay que renovar el guardarropa cada temporada, por lo que su poca durabilidad no debería ser problema, más aún si las prendas son baratas.
Pero ya lo dice el popular refrán, lo barato sale caro: detrás de las prendas que cambiamos con frecuencia hay explotación laboral, lo que permite que algunos productos se vendan incluso por debajo de su costo. Una práctica no solo ejercida sobre trabajadores, con salarios que apenas les alcanzan para sobrevivir, sino sobre el planeta.
El resultado es un costo implícito que las empresas trasladan al cliente: la destrucción de su ambiente y en muchos casos de su salud.
“Vivimos en plástico”, dijo la doctora Lorena Ríos Mendoza. La profesora asociada de química de la estadounidense Universidad de Wisconsin planteó que desde los textiles de nuestras camas, pasando por los contenedores que utilizamos para trasladar el almuerzo, hasta los cosméticos que usamos en nuestro rostro, todo contiene plástico.
“Somos adictos”, opinó la especialista nacionalidad mexicana. Algún incauto podría preguntar cuál es el problema. Es que el plástico demora al menos 400 años en degradarse y lo que usamos hoy ensuciará los mares y la tierra por unas cinco generaciones.
Pero si la ropa no es plástico y no la echamos al agua, podría decir otro. En realidad, ambas afirmaciones son falsas. La ropa sintética mayoritaria en la moda rápida es plástico, pues sus componentes derivan del petróleo, y sí, además las echamos al agua.
Cada vez que lavamos nuestras prendas miles de fibras microscópicas atraviesan los filtros de las lavarropas y llegan a los cauces de agua. Su tamaño es tan ínfimo que atraviesan los filtros. De acuerdo a un estudio de 2016 de la británica Universidad de Plymouth, más de 700.000 fibras plásticas microscópicas se liberan en cada lavado de seis kilos de ropa en una lavadora doméstica y 1,7 gramos de fibras pueden liberarse en el lavado de una sola chaqueta sintética, según la estadounidense Universidad de California.
Si pensamos en esta realidad en forma agregada el problema se acentúa puesto que a diario se hacen millones de lavados a lo largo y ancho del globo, a lo cual se suma la toxicidad de las tintas, el alto consumo de energía en la producción y un largo etcétera. La indumentaria es solo uno de los orígenes de los microplásticos presentes en ecosistemas marinos y terrestres.
Para ser considerado microplástico el material debe medir como máximo cinco milímetros y en la mayoría de los casos su tamaño lo hace invisible para el ojo humano. Como explicó Ríos Mendoza, hay tres formas de creación de microplásticos.
Una de ellas es por la ruptura de “macroplásticos”, como los presentes en envases o en cualquier otro producto de este material, que se rompen en trozos más pequeños por efecto del sol y el movimiento del agua.
Otra es por la fragmentación realizada por animales que los confunden con alimentos y los rompen creando pequeños trozos. Y por último, por la creación industrial de plásticos microscópicos como sucede en el caso de los cosméticos, o “perlas blanqueadoras”,  eufemismo utilizado en la industria de la higiene para referirse a este material en detergentes de ropa y pastas dentales.

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