Fondos marinos a la espera de ser explorados (y protegidos)



Las montañas submarinas siguen siendo un misterio para el mundo científico

Fecha de Publicación
: 30/10/2019
Fuente: La Vanguardia (España)
País/Región: Internacional


Tan sólo se ha investigado un 0,002% de estos montes, que son de especial interés por ser puntos de alta biodiversidad
“Conocemos más la superficie de la Luna que nuestros fondos marinos”, asegura Pilar Marcos, bióloga de la asociación ecologista Greenpeace. Estos cobijan cañones, volcanes, praderas, campos de fango, erupciones gaseosas y también montañas. Estas últimas se formaron tras una actividad volcánica y se quedaron sumergidas bajo el océano. Se estima que hay unos 170.000 montes submarinos, de los cuales tan sólo se han investigado un 0,002%, según datos de Greenpeace.
“La complejidad de realizar estudios a grandes profundidades, la lejanía de los montes submarinos respecto a la costa, la escasez y el coste de los recursos materiales para poder llevar a cabo campañas oceanográficas, pasando por la necesidad de desarrollar medios tecnológicos y la insuficiencia de especialistas en la materia”, son algunos de las razones tras este enorme desconocimiento, explica Ignacio Torres, subdirector de la Fundación Biodiversidad.
“Han llegado antes las pesquerías que los científicos”, se lamenta Marcos. “Las embarcaciones pesqueras faenan estas zonas desde los años 50 porque son puntos de alta biodiversidad”, añade la bióloga. Explica que hay que ver los mares y océanos como desiertos azules: “En la costa hay mucha biodiversidad, pero más allá de estos espacios la biodiversidad se concentra en los accidentes geográficos submarinos, que podrían ser considerados oasis de biodiversidad”. Recientemente se descubrió que el monte Anan, situado en el océano Atlántico Ecuatorial, es habitado por más de 30.000 animales. Otro colectivo con gran interés por los montes submarinos es la industria farmacéutica, “que en muchos casos es quien lidera los proyectos de investigación marina”, afirma Marcos.
“Tal y como ocurre con las montañas que vemos en el medio terrestre, los montes submarinos son elevaciones que generan diversos ambientes ecológicos en función de su profundidad, de las corrientes oceanográficas o de las pendientes, entre otras variables”, aclara el subdirector de la Fundación Biodiversidad, una entidad que depende del Ministerio para la Transición Ecológica. “Esto hace que sean el hogar de una gran diversidad de comunidades de distintos hábitats y especies y refugio para la cría de muchas otras”, añade Torres. “Además, los nutrientes en suspensión que caen por las pendientes de estas montañas hasta los fondos, las convierten en áreas de alimentación para la fauna que habita estos ecosistemas”, concluye.
“La ONU está liderando una iniciativa mundial para elaborar un Tratado Global de los Océanos”, explica Marcos. “Se trata de una oportunidad única que se ha fijado como meta proteger el 30% de los mares en el año 2030”, afirma la bióloga, que es responsable de la campaña Océanos de Greenpeace. Este tratado protegería algunos de los montes submarinos de mayor interés, pero subdirector de la Fundación Biodiversidad señala que, para protegerlos, primero es necesario conocerlos: “Valoramos aquello que conocemos y protegemos aquello que valoramos. Por lo tanto, para conservar los montes submarinos lo primero que tenemos que hacer es conocerlos”.
Torres dirige el proyecto Life Intermares, de la Fundación Biodiversidad. En el marco de este proyecto se está desarrollando este mes una campaña en el canal de Mallorca, entre los bordes de las plataformas insulares de las Islas Pitiusas al suroeste y de la Isla de Mallorca al nordeste, donde se localizan los montes submarinos Ses Olives, Ausias March y Emile Baudot. Estos constituyen uno de los nuevos espacios que se quieren incluir en la Red Natura 2000, la mayor red de espacios protegidos del Mundo.
Para algunas montañas submarinas es ya demasiado tarde, como es el caso del monte submarino Vema, ubicado a unos 100 km al sur de Chipre, en el mar Mediterráneo. Sus primeros exploradores esperaban encontrar grandes depósitos de diamantes, pero encontraron otro tipo de riqueza: la langosta de Tristán (Jasus tristani). La sobrepesca de la especie la llevó a casi la extinción y, a día de hoy, su población sigue sin recuperarse, denuncia Greenpeace. Además, los muestreos en el área revelan la presencia de viejas redes de pesca desechadas, una trampa mortal para la fauna.
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