El lado oculto del desarrollo en Asia: la contaminación

Contaminación ambiental, la otra cara del desarrollo en Asia

Fecha de Publicación
: 30/05/2019
Fuente: Agencia PL
País/Región: Asia


Lagos ácidos donde no se encuentra un solo pez, ciudades cuyo aire apenas se puede respirar y océanos de plástico son el subproducto muchas veces oculto del vertiginoso desarrollo asiático de las últimas décadas.
Señalado como un milagro económico por las altas tasas de crecimiento a nivel global, el proceso de industrialización de la región de Asia-Pacífico coincide con una preocupación creciente respecto al impacto del hombre en el medio ambiente.
De acuerdo con estadísticas de la ONU, en todo el mundo mueren cada año unos siete millones de personas de forma prematura a causa de la contaminación ambiental y de esta cifra, cuatro millones se registran en Asia.
El despliegue económico, el vertiginoso ritmo de urbanización y de industrialización en el extremo más oriental del mundo en las últimas décadas ha significado la entrada de esas naciones en el escenario geopolítico internacional pero también ha tenido un impacto negativo en el entorno natural, que se evidencia en los altos niveles de contaminación atmosférica.
La región ha sido calificada como la más afectada por este flagelo en el planeta y en ella se encuentran 25 de las 30 ciudades con los peores patrones climáticos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Desde pequeñas localidades en naciones de ingreso medio y emergentes del Sudeste Asiático hasta las grandes urbes de Asia oriental, sufren el problema de la polución del agua, el suelo y el aire.
Debemos hacer más para proteger el medio ambiente ya que la amenaza del cambio climático se vuelve cada vez más grave tanto a nivel local como global, aseguró el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong. Aunque ese país tiene poco más de 50 años ya siente los efectos del fenómeno, registrando cada vez temperaturas más extremas.
Por esa razón, el gobernante ha llamado a considerar las implicaciones de largo alcance de la contaminación y cambiar la mentalidad, matriz económica y el estilo de vida de los habitantes para contribuir a los esfuerzos globales.

Conciencia del problema
Los países asiáticos son conscientes del problema. No por gusto se cuentan entre los más proactivos en el diseño e implementación de políticas para disminuir los niveles de contaminación globales.
De acuerdo con un Informe Especial sobre el Calentamiento Global de la ONU, Myanmar, Filipinas, Tailandia y Vietnam, los cuatro miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), se encuentran entre los 10 países más afectados por el cambio climático en todo el mundo pero también entre los que más iniciativas presentan.
A principios de este año en la reunión a anual del Foro Económico Mundial (FEM), el primer ministro de Vietnam, Nguyen Xuan Phuc, insistió en la necesidad de apoyar a los países más afectados por las anomalías extremas del clima y carentes de suficientes recursos para ello.
En esa cita, el gobernante vietnamita sugirió establecer una asociación público-privada para responder proteger el medio ambiente mediante el intercambio de experiencias, la transferencia de tecnologías y la participación de las empresas en esas tareas.
Pero, más allá de la conciencia del problema, hay otras naciones asiáticas, como las pequeñas islas del Pacífico que serán las primera en desaparecer a causa del cambio climático y de ahí su insistencia en el tema.
Durante el 49 Foro de las Islas del Pacífico, celebrado el año pasado en Nauru, los miembros de esa comunidad declararon al cambio climático como su más grande amenaza y llamaron a las grandes potencias, especialmente a Estados Unidos, a asumir sus responsabilidades.
Mientras, estados como China, Singapur, Malasia, Tailandia o Corea del Sur emprendieron hace varios años planes especiales para responder a esa situación, sacrificando incluso parte de su ritmo de desarrollo.
La planificación urbana, el reemplazo paulatino del uso del carbón y otros combustibles fósiles y la promoción de fuente limpias son algunas de las iniciativas que mejores críticas han recibido.
No obstante, también han adoptado otra medidas, igual de impactantes, como la creación de instituciones de monitoreo, la modernización de transporte, cambios en las matrices de energía, mejor administración de los desechos, construcción verde y agricultura eficiente.
Algunas de las experiencias más exitosas de la región, que han permitido crear un precedente de buenas prácticas, provienen precisamente del gigante asiático, uno de los mayores contaminantes globales.
Beijing, que emprendió su rumbo a convertirse en potencia muchos después que sus contendientes, posee uno de los más abarcadores planes gubernamentales de control y disminución de la contaminación, un tema que ocupa el mismo nivel de prioridad que el crecimiento económico o la lucha contra la pobreza.
Datos recientes indican que China le está ganando la guerra que hace unos años le declaró a la contaminación y si bien sigue siendo uno de los mayores emisores de dióxido de carbono, es el que más invierte en energías renovables.

Medidas conjuntas
La región también ha sido exitosa en esfuerzos conjuntos para abordar la problemática ambiental, como es el caso del Acuerdo sobre Contaminación Atmosférica Transfronteriza de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean).
Este pacto entre otras cuestiones impulsó el establecimiento de un Centro de Coordinación para el control de la calidad del aire que facilita la coordinación entre los órganos meteorológicos nacionales de las 10 naciones que integran el bloque.
También se instituyeron procedimientos operativos para monitorear, evaluar los riesgos y articular respuestas conjuntas entre los distintos países del Sudeste Asiático.
De manera individual, Singapur y Corea del Sur, algunos de los más afectados, también tomaron medidas urgentes a corto y largo plazo para mitigar los efectos nocivos de esa situación.
En la ciudad-estados, por ejemplo, hace casi 10 años que existe el Comité Asesor Ambiental para la Calidad del Aire con el fin de mejorar la calidad del aire, encargado de coordinar a las instituciones públicas para diseñar, implementar y revisar los proyecto de reducción de emisiones dañinas que afectan la capa de ozono.
Mientras, el Plan Metropolitano para el Mejoramiento de la Calidad del Aire, llevado a cabo entre los años 2005 y 2014 en Surcorea resalta entre los más las iniciativas más destacadas para la reducción de la polución en la región.
Pese a todos estos empeños, el problema persiste y los recientes altos niveles de contaminación por smog, empeorados por los patrones climáticos, están causando alarma en toda Asia.
Además de China e India, Corea del Sur y Tailandia se enfrentan por estos días a unas malas condiciones ambientales sin precedentes.
Las autoridades de ambos estados fortalecieron los controles sobre las fábricas y los automóviles y provocaron lluvias artificiales con el fin de purificar el aire.
El parlamento surcoreano también aprobó un presupuesto adicional de unos mil 870 millones de dólares para resolver la problemática nacional desatada por las altas concentraciones de las partícula contaminantes PM2.5, calificadas de cancerígenas por la OMS.

Responsabilidades comunes pero diferenciadas
Con 65 por ciento de la población mundial a sus espaldas, los países asiáticos lograron el milagro de sacar a millones de personas de la pobreza a un ritmo nunca visto antes, sin dudas a un alto costo ambiental.
Sin embargo, todavía tienen retos por delante como todas las naciones en desarrollo.
Es por ello que los especialistas coinciden en que tampoco se puede exigir a estos países con los mismos patrones de las naciones del Primer Mundo, que tuvieron su proceso de industrialización mucho antes y cuya huella ecológica a lo largo de la historia resulta más profunda.
En ese sentido, resulta llamativo que todas las naciones de Asia sean signatarias del Acuerdo de París, mientras Estados Unidos, uno de los mayores contaminantes, se retiró de ese esfuerzo internacional.
El gran reto de la región Asia-Pacífico, de cara a las próximas décadas, resulta encontrar un balance entre sus compromisos ambientales y la necesidad de mantener niveles de desarrollo estables para los 900 millones de personas que se sumarán a la población actual hasta el año 2050, según proyecciones de la ONU.
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