Los ka'apor intentando vivir al margen del Estado

Indígenas brasileños ka'apor frenan deforestación y luchan para vivir al margen del Estado

Fecha de Publicación
: 24/07/2018
Fuente: Agencia Sputnik
País/Región: Brasil


Los indígenas ka'apor llevan 5 años batallando para librarse de las instituciones del "hombre blanco"; su modelo de gestión ya cosecha algunos éxitos, como la drástica caída de la deforestación de sus tierras en el noreste del país, después de que decidieran expulsar a los madereros ilegales con sus propias manos.
"Hubo un choque entre la cultura del karaí (hombre blanco) y los ka"apor; tuvimos que repensar de dónde venía todo lo malo que hay en nuestras aldeas (…) Había suicidios, asesinatos, alcoholismo (…) La (gubernamental) Funai (Fundación Nacional del Indio) no hacía nada por nosotros, incluso facilitaban la entrada de madereros a nuestra tierra", explicó en una entrevista con Sputnik uno de los siete miembros del Consejo de Gestión que los ka"apor crearon en 2013, Itahú Ka'apor.
Este pueblo vive en la región amazónica del estado de Maranhao en un área de 530.000 kilómetros cuadrados conocida como Alto Turiaçu, entre los ríos Tocantins y Xingú, reconocida desde 1982 como territorio indígena y protegida por el Estado.
Los colonos brasileños que hacia 1900 intentaron "pacificar" a los ka'apor los consideraron uno de los pueblos nativos más hostiles del país; tras años de guerra abierta y muchas muertes, consiguieron "dominarlos" en 1928, pero su fama de guerreros pervive hasta ahora.
La lucha contra los madereros que talaban su selva de forma indiscriminada fue una de sus primeras banderas, explica Itahú, sentado en las ruinas de una de las casas construidas por la Funai en la aldea de Ximborendá, a 40 kilómetros del pueblo más cercano, Santa Luiza do Paruá.
"Nosotros hacíamos el papel de la policía, la Funai pensaba que el indio no puede defenderse, que tiene que quedarse quieto esperando que alguien lo proteja, pero si nos quedamos de brazos cruzados nadie se mueve por nosotros", argumenta Itahú, uno de los líderes de los 1.700 indígenas ka'apor.
Hartos de omisión y de corrupción (los ka'apor aseguran que los funcionarios de la Funai negociaban con algunos caciques la venta de madera ilegal) los indígenas decidieron tomarse la justicia por su mano, y en 2014 empezaron a atacar los camiones de los madereros, después de numerosas advertencias para que dejaran la zona.
"Una vez quemamos 45 camiones, uno detrás de otro; acampamos en la selva y por la mañana les prendimos fuego, fuimos entre 100 y 150 hombres, mientras las mujeres se quedaron cuidando de las aldeas", explica Itahú, que confiesa que algunos de los hombres que talaban sus árboles acabaron desnudos, amarrados a los troncos y apaleados.
La táctica alarmó a las autoridades por su virulencia y tuvo consecuencias: en 2015 uno de sus líderes, Euzebio, murió de un tiro en la espalda cuando volvía a casa por la noche; en las aldeas están seguros de que fue un ajuste de cuenta de los madereros, pero la Policía Civil cerró el caso rápidamente alegando que lo mataron para robarle una moto.
El responsable de fiscalización ambiental del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), Roberto Cabral, explicó a Sputnik que si bien las preocupaciones de los ka’apor son legítimas el Gobierno no puede respaldar unas acciones que "no tienen base legal" y que están "tensionando" los ánimos en la zona.
La Funai, por su parte, comentó a Sputnik que no tiene constancia de "acciones de facilitación de la deforestación" por parte de sus técnicos, tal como denuncian los ka’apor, y resaltó que su cometido es garantizar que los indígenas tengan la posesión "plena y exclusiva" de sus recursos naturales.Pese a la controversia, las muertes y las amenazas, los ka’apor remarcan que su lucha vale la pena porque ha dado frutos.
Después de expulsar a los madereros decidieron crear nuevos caminos para vigilar por dónde entraban los camiones y fundaron nuevas aldeas en las zonas más vulnerables para que estuvieran siempre vigiladas, mientras en paralelo comenzaban los trabajos de reforestación.
Los resultados se notan a simple vista: en el camino hacia Ximborendá predominan los prados dedicados al ganado, pero a medida que se llega la aldea de los ka’apor resurge la vegetación y en el horizonte se atisban sumaúmas y jequitibás, los árboles más grandiosos de la Amazonía.
Entre ellos hay algunos ejemplares secos, testimonio de los incendios que los madereros promovían para reconvertir la selva en tierra de pastura y aprovechar la mejor madera.
Según datos de los investigadores de la Red para la Conservación de la Amazonia Marañense de 2017, el 75% de la Amazonía en este estado brasileño ya ha sido deforestada, y lo poco que queda de selva está dentro del perímetro de las reservas indígenas.
Tanto el brazo del Gobierno encargado de monitorear la deforestación, el Ibama, como la Funai aseguran no tener datos concretos que prueben la caída de la deforestación en la región de los ka’apor.
Sin embargo, la regeneración se percibe a simple vista y también desde el espacio: las imágenes satelitales muestran el Alto Turiaçu como una enorme mancha verde rodeada de pastos para la ganadería.
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