La fragmentación amenaza la integridad del Amazonas



La agonía del Amazonas

Fecha de Publicación
: 28/09/2016
Fuente: La Vanguardia (España)
País/Región: Amazonas


Desde la torre metálica, un mirador de 45 metros de altura en el Jardín Botánico de Adolpho Duque, la reserva de la naturaleza en las afueras de Manaos se ve como algo insólito en la Amazonia en la segunda década del siglo XXI: 500 hectáreas de selva sin secuelas de deforestación, ni degradación forestal.
Es una isla aislada en la caótica expansión de la metrópolis de Manaos, una ciudad de permanentes atascos y sin planificación urbanística que ha desertificado su propio microclima: ya no llueve en la estación seca y las temperaturas alcanzan 50 grados. Aquí en la reserva, en cambio, se mantiene el húmedo clima amazónico.
El ornitólogo Tomás Mele, que hace de guía, ha identificado 195 especies de aves en las partes de la reserva que él recorre. En toda Amazonia, se calcula que existen 1.300 especies de aves, más del 10% de las que existen en el planeta. “Cada especie es extremadamente especializada aquí y, por eso, extremadamente frágil”, advierte. Caminando debajo del dosel selvático, casi sin luz, Mele se detiene para enseñarnos un interminable desfile de enormes hormigas. “Hay decenas de aves especializadas que dependen de estas procesiones”, dice. Las hormigas extraen insectos que luego comen los pájaros cuyos excrementos alimentan a mariposas y otros insectos en una cadena ecológica tan larga como el desfile de hormigas.
Pero, según advierte Elizabeth Kolbert en su libro La sexta extinción (Critica, 2015), en zonas aisladas de la selva, fragmentadas por la deforestación parcial, no hay suficientes colonias de hormigas para sostener a los pájaros que, a su vez, sostienen a las mariposas. Es el problema de un mundo en el cual las zonas de naturaleza salvaje son islotes cada vez más pequeños y desconectados. Sus consecuencias, advierte Kolbert, serán catastróficas.
La selva en torno a Manaos fue el escenario de un experimento iniciado en los años setenta por el biólogo estadounidense Tim Lovejoy. Cuando la junta militar brasileña incentivó a ganaderos para convertir en tierras de pasto el 50% de la selva al norte de Manaos, Lovejoy propuso convertir parte del otro 50% en zonas de ex­perimentación, de entre 10 y 100 ­hectáreas, aisladas de bosque que permitirían averiguar qué pasa con la biodiversidad cuando se fragmenta la naturaleza. El llamado Proyecto ­sobre la Dinámica Biológica de Fragmentos de Selva “es muy importante porque hoy en día casi toda la ­naturaleza salvaje existe en zonas ­aisladas”, escribe Elizabeth Kolbert.
Cuarenta años después, los resultados del experimento son bastante claros. Incluso en los recintos más grandes, desaparecieron hasta el 50% de las especies de todo tipo, desde aves hasta insectos, anfibios, mamíferos y plantas. Según explica Lovejoy, que ahora tiene 75 años, en el libro de Kolbert: “Ya sabemos que si un paisaje se recorta en fragmentos de 100 hectáreas puede perder la mitad de sus animales y las plantas”. Si se suma a esto el cambio climático “podemos estar ante la crisis biótica más grande de todos los tiempo”.
Para Kolbert, se trata de la sexta extinción másiva de especies de la historia del planeta. Las cinco otras épocas de destrucción de especies (la más conocida es la desaparición de los dinosaurios hace unos 60 millones de años) se produjeron antes de la llegada del Homo Sapiens a la Tierra. La extinción másiva actual pertenece al llamado Antropoceno, es decir, es una catástrofe provocada por las actividades de los seres humanos.
Cuando Lovejoy inició su experimento, Amazonas era la última frontera natural del Antropoceno, una enorme selva tropical que había sobrevivido casi intacta durante unos 50 millones de años. Ahora “la frontera ya no existe; la biodiversidad está a punto de colapsar”, dice María Aparecida, especialista en biodiversidad del Instituto de Investigación de Amazonia en Manaos.
La fragmentación forma parte de lo que se conoce ya como el problema de degradación de la selva, según se explica en un nuevo informe de la Universidad de Lancaster, en Reino Unido, publicado en julio en la revista Nature. Aunque la desforestación de enormes masas de selva amazónica se ha detenido, “el bosque se degrada debido a la fragmentación, los incendios, las actividades selectivas madereras, la caza”. Incluso las áreas protegidas por las normás de deforestación están perdiendo entre el 39% y el 54% de su biodiversidad debido a la degradación, según el citado informe. Es más, “la degradación forestal afecta sobre todo a las especies en peligro de extinción”, explica Erika Berenguer, uno de los autores.
Pese al crecimiento de su capital, el enorme estado de Amazonas había conservado mucha más selva que otros estados amazónicos. Esto se debió , paradójicamente, a su modelo de industrialización. Una zona franca fue creada por la junta militar que incentivó la industria manufacturera, sobre todo, del sector electrónico. Esto creó empleo para quienes llegaban a Manaos, huyendo las hambrunas del pobre noreste. En cambio, los colonos que llegaron al estado de Pará, más al oeste, se han dedicado a actividades madereras, ganaderas o mineras. Pero la crisis económica ha disparado el paro en Manaos, y cada vez más gente opta por dedicarse a la economía extractiva.
Una de las víctimas más queridas de la fragmentación de la selva en Manaos es el pequeño mono de cuerpo blanco y cara negra, el Saguinus bicolor, que sólo existe en la selva cerca de Manaos. “El mono intenta cruzar de un bosque a otro en los cables de la electricidad con una elevada mortalidad por electrocución. Pronto dejará de existir”, se lamenta Aparecida.
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