Los refugiados climáticos en EEUU son una realidad



Los primeros desplazados por el cambio climático en Estados Unidos

Fecha de Publicación
: 23/05/2016
Fuente: The New Nork Time
País/Región: Estados Unidos


Cada mañana a las 3:30, cuando Joann Bourg sale de la casa oxidada y llena de moho que sus padres construyeron en las tierras de su abuelo, piensa en el puente que conecta este trozo de tierra con el resto del estado de Luisiana. Se pregunta si se inundará de nuevo y si podrá llegar a su trabajo.
Joann es guardia de seguridad en una tienda de implementos deportivos en tierra firme. Junto con sus dos hermanas, su madre de 82 años y su sobrino vive en la misma tierra donde sus antepasados, miembros de las tribus nativas del sudeste de Luisiana, vivieron durante generaciones. Es una tierra que muere, que se hunde en la sal, en el mar.
Está preparada para irse.
Y el gobierno está listo para ayudar. Gracias a la primera partida presupuestaria aprobada para la “adaptación al cambio climático”, existe un programa para reubicar en otro lugar a los habitantes nativos de la isla.
Bourg sabe que es la tierra de sus abuelos, pero también que “se hunde sí o sí”.
En enero, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano anunció la financiación por hasta mil millones de dólares en 13 estados para ayudar a que las comunidades que están amenazadas por el cambio climático puedan adaptarse y levantar sistemas de drenaje, embalses y diques de contención.
Parte de esos fondos, 48 millones de dólares, fueron destinados a Isle de Jean Charles. Y será la primera ejecución presupuestaria federal usada para desplazar a una comunidad completa debido al impacto del cambio climático.
La controversia generada, así como los dilemas morales y logísticos que supone esta decisión, son representativos de los grandes problemas que el mundo enfrentará en las próximas décadas cuando se genere una nueva categoría de desplazados: los refugiados del cambio climático.
Albert Naquin, jefe de los Biloxi-Chitimacha-Choctaw, tribu a la que pertenecen la mayoría de los habitantes de la isla, afirma que “vamos a perder toda nuestra memoria, nuestra cultura. Todo pasará a ser historia”.
A lo largo y ancho del planeta los gobiernos se enfrentan a la realidad. A medida que el cambio climático provocado por el ser humano causa un incremento de la temperatura media, un aumento del nivel del mar, tormentas más fuertes, más inundaciones, sequías más intensas y reservas de agua dulce más escasas, los más vulnerables del planeta podrían tener que abandonar sus hogares.
Entre 50 y 200 millones de personas, sobre todo pescadores y personas dedicadas a la agricultura de subsistencia, podrían ser desplazados antes de 2050 por el cambio climático. Al menos ese es el cálculo de Naciones Unidas y la Organización Internacional de las Migraciones.
“Los cambios están ocurriendo y son rápidos. Vamos a tener refugiados del cambio climático”, dijo Sally Jewell, secretaria del Interior.
Pero el problema es mucho más complejo. Según Walter Kaelin, directivo de Nansen Initiative, un grupo vinculado a Naciones Unidas que investiga el desplazamiento por cambios en la temperatura, “no podemos esperar a que las personas se hayan quedado sin casas, hasta que hayan tenido que desplazarse y se hayan convertido en refugiados. La idea es planear con tiempo y darles a esas personas alguna opción”.
El reasentamiento de los habitantes de Isle de Jean Charles es uno de los primeros programas de su tipo en el mundo, una manera de probar una respuesta a las peores consecuencias que tendrá el cambio climático sin necesidad de separar comunidades.
Según los términos aprobados por el gobierno de Estados Unidos, los residentes de la isla pasarán a tierra continental y se instalarán en una comunidad que hoy en día no existe. Todo tiene que haber sucedido antes de 2022.
Marion McFadden, responsable de este proyecto en el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, dice que “esto será un precedente, no solo para el resto del país sino para el resto del mundo”.
Pero incluso un plan como este –que solo desplazará a 60 personas– se ha encontrado con dificultades. Tres intentos previos, uno de ellos en 2002, fracasaron por problemas políticos y logísticos. El plan actual enfrenta los mismos retos que ya se han afrontado en el pasado. Eso ilustra los límites del reasentamiento de grandes grupos de personas.
Muchos de los habitantes de Isle de Jean Charles no quieren irse. Los vínculos con la tierra son muy fuertes. Sus padres y abuelos vivieron aquí y hay un cementerio que nadie quiere abandonar.
La desconfianza en el gobierno federal es una sensación extendida –y razonable en vista de las pasadas experiencias– y una cierta rivalidad entre las dos tribus que habitan la zona impide que se unan en un solo plan.
“Nadie quiere irse, al menos aquellos con los que hablo” dice Edison Dardar, de 66 años, que ha vivido toda su vida en la isla y ha colocado carteles escritos a mano diciendo que no quiere irse. “No sé quién está a cargo de todo esto”.
Mark Davis, director del Institute on Water Resources Law and Policy de Tulane dice que “no es tan fácil como firmar un cheque y mudarse, felices, a un nuevo lugar donde los vecinos los acogerán. Si se complica mover a unas docenas de personas, será totalmente imposible mudar de manera justa y organizada a miles, cientos de miles o, si vemos las expectativas para el sur de Florida, a millones”.
Las autoridades de Luisiana han tenido que lidiar con una de las tasas de pérdida de tierra firme más rápidas del mundo. Un territorio del tamaño de Delaware ha desaparecido desde los años treinta del siglo pasado. Un plan que costaría decenas de miles de millones de dólares prevé construir un muro de contención gigantesco a lo largo de la costa.
Un muro que no protegería lugares como la isla. Y para estas comunidades el reasentamiento puede resultar caro y difícil. Pat Forbes, director de la Oficina de Desarrollo Comunitario del estado, explica que “una de las cosas que tenemos que aprender de este modelo es a gestionar los recursos”.
La mayor parte del fondo de mil millones de dólares para la adaptación a los desastres se gastará en mejoras de infraestructura como carreteras mejor construidas, puentes, embalses, diques y sistemas de drenaje que puedan resistir el aumento del nivel del agua y tormentas más fuertes.
Pero los expertos consideran que lugares como Isle de Jean Charles son causas perdidas. “Somos conscientes de las obligaciones con los contribuyentes: no malgastar dinero”, dice McFadden.
“Podríamos darle dinero a la isla para que la reconstruyeran tal y como era antes pero los datos del clima dicen que sufrirán tormentas e inundaciones cada vez más fuertes y que el contribuyente tendrá que pagar una factura más cara.
Gracias a un sistema de visitas puerta a puerta, el estado empieza a entender qué es lo que quieren los habitantes de la isla. Aún no se ha decidido dónde estará la nueva comunidad. Los jefes de las dos tribus de la isla —Biloxi-Chitimacha-Choctaw y la United Houma Nation— ya han debatido sobre quiénes deberían tener permiso para vivir allí más allá de los isleños y si alguno de ellos podría reubicarse en cualquier otro lugar.
Uno de los desarrolladores de la reubicación ha sugerido que haya una zona de amortiguamiento entre la comunidad que se construya y quienes la rodeen para evitar que puedan surgir tensiones. El jefe Naquin quiere un búfalo en el nuevo lugar.
Lo que es esencial para el apoyo de los isleños es que la reubicación debe ser voluntaria. Hilton Chaisson, que ha educado a 10 hijos en la isla y quiere que sus 26 nietos conozcan cómo vivir de la tierra, dice: “He vivido aquí toda mi vida y voy a morir aquí”.
Sabe que las inundaciones cada vez son peores. Y que “siempre han encontrado la forma de salir adelante”.
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