La permacultura inicia su camino en el Caribe



La permacultura lista para conquistar el Caribe

Fecha de Publicación
: 23/05/2014
Fuente: IPS
País/Región: Caribe


Erle Rahaman-Noronha no es un revolucionario, al menos no en el sentido radical. En realidad es solo un hombre con una pala, una pequeña hacienda y un gran sueño que está destinado a conquistar el Caribe.
Este hombre dedicado a la permacultura (apócope de agricultura permanente) aspira a que este sistema de cultivo se arraigue y se propague por la región y hace todo lo que puede para lograrlo. Predica a todo el que quiera escucharlo sobre los beneficios de este modelo que se extiende más allá de la agricultura.
Junto a él hay un montón de permacultores que trabajan en sus respectivas islas y comparten el mismo objetivo: aprovechar este modelo como solución al cambio climático, a la inseguridad alimentaria, la escasez de agua y el elevado costo de vida.
“Esta es mi Biblia”, dijo Rahaman-Noronha a IPS, poniendo un libro sobre la mesa. Detrás de él, los naranjos al viento y el fuerte aroma de la comida trinitense que se escapa por la ventana abierta hasta un mono capuchino que con su cara blanca suelta un alarido.
El libro, en cuya tapa se lee “Permacultura: Manual para diseñadores”, ofrece soluciones increíblemente sencillas para resolver problemas actuales mediante una forma de vida económica y sostenible.
El autor del manual, el australiano Bill Mollison, fue quien primero acuñó el término hace casi cuatro décadas. Desde entonces, la idea se propagó a Europa y Estados Unidos. Ahora se comienza a adoptar la filosofía de la permacultura en el Caribe en desarrollo, en especial tras la crisis global que estalló en 2008.
Nacido en Kenia, Rahaman-Noronha pudo satisfacer su especial interés por el ambiente estudiando bioquímica aplicada y zoología en Canadá.
“Siempre me apasionó la naturaleza y la conservación, pero con eso solo no se hace dinero”, confesó entre risas. “La permacultura me permite vivir, producir alimentos allí, generar ingresos y dedicarme a la conservación”, explicó.
Su establecimiento Wa Samaki (“del pez” en swahili) ha sido su lugar de trabajo, su aula, su tienda y su hogar desde que regresó a Trinidad en 1998. La finca, que tiene más de 12 hectáreas, se ubica en esta central localidad trinitobaguense.
Aunque no usa ni fertilizantes ni herbicidas ni pesticidas, Rahaman-Noronha logra vivir de la venta de frutas, flores, madera y pescado. Su última adquisición es una gran acuaponía, un sistema simbiótico de producción de plantas y peces.
Junto a su compañero John Stollmeyer, Rahaman-Noronha promueve la permacultura en el Caribe, donde viven cerca de 40 millones de personas, particularmente vulnerables al cambio climático.
Los dos son consultores de empresas trinitobaguenses, dictan cursos sobre diseño de permacultura y realizan talleres en distintas partes, desde Puerto Rico hasta Santa Lucía. “¿Cómo vamos a crear una cultura humana sostenible?”, preguntó Stollmeyer. “Descubrir la permacultura fue para mí un hallazgo”, añadió.

Donde los ambientalistas dominan el factor económico
La necesidad de conservación es en gran medida consecuencia del cambio climático, en especial porque la zona de huracanes cubre casi todo el Caribe.
Para peor, Trinidad y Tobago sigue siendo un gran exportador y consumidor de combustibles fósiles. En 2012, produjo más de 119.000 barriles (159 litros) de petróleo por día y 1,4 billones de pies cúbicos de gas natural, todo mientras sigue siendo el segundo mayor emisor de dióxido de carbono por habitante del mundo, más del doble de Estados Unidos.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas de 2005, las últimas estadísticas disponibles, muestran que en América Latina y el Caribe la agricultura industrial es responsable de 20 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En ese contexto, el objetivo de Rahaman-Noronha es volverse un incubador de nuevas empresas de conservación que no puedan asegurarse préstamos bancarios. Actualmente, alquila un espacio en su terreno a un precio módico a apicultores y a un centro de rescate de animales salvajes, y espera albergar más iniciativas similares.
Una de las personas innovadoras que pasó por Wa Samaki fue Berber van Breek, originaria de Curazao, quien regresó al Caribe después de deambular por el mundo. Estuvo por Europa y Australia, donde practicó la permacultura, pero para aplicar sus conocimientos a un clima tropical debió recurrir a Rahaman-Noronha.
“Me dio mucha libertad en su finca para crear mi diseño”, relató Van Beek, refiriéndose a los bananeros que plantó en Wa Samaki.
En Curazao, Van Beek usa la permacultura para algo más que producir alimentos. Se dio cuenta de su potencial social y trabaja para crear un programa extracurricular para jóvenes en situación de riesgo y usar la horticultura para enseñarles responsabilidad y respeto por la naturaleza, que nacen de ocuparse de su propia huerta.
Además, pronto comenzará a dictar sus propias clases de agricultura orgánica a gran escala.
Iniciativas como esas son muy necesarias en Curazao, cuya economía está estancada y donde 37 por ciento de los jóvenes están desempleados.
Los cambiantes mercados y patrones climáticos tienen grandes consecuencias en su país, que importa casi todo lo que consume, según Van Beek.
“Si vas al supermercado, mira de donde vienen los productos. ¿De Venezuela, de Estados Unidos o de Europa?”, preguntó. “La gente podría tener una mayor consciencia de qué comprar y qué no”, explicó.
Pero el problema es regional, según los especialistas. De acuerdo a la Asociación de Exportadores de Alimentos del Medioeste en Estados Unidos, alrededor de 80 por ciento de los alimentos que se consumen en el Caribe son importados.
Lo bueno y el propósito de la permacultura es que es un sistema de soluciones que se pueden poner en práctica a cualquier nivel como forma de luchar contra los problemas ambientales.
“Puedes comenzar en tu jardín, sin costos. Algunas cosas se pueden implementar en tu apartamento si fuera necesario”, explicó Rahaman-Noronha. “Si tienes un porche soleado, puedes plantar algo ahí y comenzar a pensar en la permacultura”, añadió.
Naturalmente, Van Beek se toma en serio lo que dice y tiene una huerta donde tiene un sistema de permacultura perfectamente acondicionado en su pequeño jardín. Usa las hojas muertas como fertilizante y recicla el agua de lluvia y de la ducha para irrigar las plantas.
“Ver para creer”, señaló Van Beek. Es su mantra, el que utiliza para describir su enfoque en la promoción de la permacultura y que vocaliza cuando necesita energía para insistir y convencer a otras personas de que este es el camino correcto.
Rahaman-Noronha también se esfuerza por convertir a los no creyentes. Desde las escuelas que visitan el centro de fauna silvestre hasta las miles de personas que vieron su estancia en la conferencia que dio para la organización TED, dedicada a promover charlas y conferencias sobre ideas innovadoras, y que se transmitió por Internet, está convencido de que cambió ideas equivocadas por progreso.
“Creo que la razón por la que no me cuestionan es porque no solo abogo por la permacultura sino que la practico”, remarcó.
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