Mañana arranca la COP16 - Cumbre de Cancún




5 claves para entender la Cumbre de Cancún

Fecha de Publicación: 28/11/2010
Fuente: BBC
País/Región: Internacional


El próximo lunes comienza en Cancún, México, una cumbre internacional que espera dar pasos al frente para combatir al cambio climático.
El encuentro anterior en Copenhague en 2009 se caracterizó por duros roces diplomáticos, pero decepcionó a muchos por la falta de resultados concretos.
Científicos, ecologistas y representantes gubernamentales consultados por BBC Mundo reconocen que la ciudad del caribe mexicano no verá un gran acuerdo vinculante entre los participantes, pero sí puede haber avances en temas cruciales para América Latina.
Conozca cuáles serán los temas más importantes durante la llamada COP16.

Cancún no será Kyoto
Según la Organización Meteorológica Mundial de las Naciones Unidas, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera alcanzó el año pasado niveles récord, hasta un 38% más que a comienzos de la era industrial.
El Programa de Medio Ambiente de la ONU advierte además que las promesas de reducción de emisiones hechas por los países participantes en la Cumbre de Copenhague de 2009 no servirán para limitar el calentamiento global a 2°C, como pretenden.
Y sin embargo parece darse por hecho que Cancún no servirá para sustituir al Tratado de Kyoto para limitar la emisión de gases causantes de efecto invernadero. El anfitrión de la cumbre, el presidente mexicano Felipe Calderón, advirtió que se han de "moderar las expectativas" en torno a un acuerdo global.
"Los países acudieron a Copenhague a firmar un acuerdo sin estar preparados para ello. Ahora son más realistas, sabemos que no habrá un acuerdo global vinculante porque los enfrentamientos entre ciertos países (China y Estados Unidos) siguen estando, pero sí puede haber consensos en otros temas", asegura la investigadora de la Universidad Autónoma de México (UNAM) Ana Cecilia Conde.

Salvar los bosques
Las esperanzas están puestas en un acuerdo global para frenar la deforestación, causante del 20% de las emisiones de gases. A priori se podría lograr un consenso entre Occidente y las naciones en vías de desarrollo.
De Cancún podría salir un pacto para poner en marcha el plan de Reducción de las Emisiones debidas a la Deforestación y la Degradación (conocido como REDD+), un sistema por el cual las naciones ricas pagan a los estados en desarrollo para que conserven sus bosques.
"Ya que no hay disposición para que los países corten las emisiones de la industria, al menos logremos que protejan sus bosques, los grandes sumideros de carbono en el mundo", asegura Conde, quien forma parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

Cuestión de dinero
En diciembre de 2009, la cumbre de Copenhague terminó con la promesa de aportar US$30.000 millones para ayudar a los países en desarrollo a mitigar los efectos del cambio climático.
México podría ser el lugar donde se concrete de dónde saldrá el dinero para el llamado Fondo Global para el Clima (o Fondo Verde), cómo se entregará y quiénes serán los países beneficiarios.
Aunque para ello los donantes tendrán que convencer a algunas delegaciones, como la boliviana, que consideran insuficiente el monto acordado. También algunos organismos de la ONU han expresado que esos US$30.000 millones suponen la mitad del dinero que les haría falta a los países en desarrollo para mitigar los efectos del calentamiento global.
Otro de los temas a debate será el referente a la transferencia de tecnología de países ricos a naciones en desarrollo.
La esperanza de muchos activistas es que los países más contaminantes puedan encontrar incentivos para abandonar las industrias sucias si cuentan con la tecnología adecuada para desarrollar fuentes de energías limpias e investigación.

¿Quién supervisará?
Estos acuerdos no podrán implementarse de manera eficiente si no se concretan medidas de supervisión y verificación, según Jorge Gastelumendi, asesor en política climática de la organización no gubernamental The Nature Conservancy.
Uno de los principales desafíos para los negociadores será convencer a China, preocupada por la posibilidad de que los acuerdos puedan resentir su crecimiento económico, para que permita que sus programas de reducción de emisiones sean monitoreados por organismos internacionales.
Mientras países como Estados Unidos reclaman a China más transparencia, Pekín exige que el dinero prometido empiece a fluir y existan mayores controles sobre las propuestas de financiación hechas por los países desarrollados.

Tiempo de diplomacia
La cumbre de 2009 acabó con encendidos debates, enfados y reproches. Una de las esperanzas de Cancún es que la comunidad internacional pueda "limar asperezas" y evitar choques como los de Copenhague.
"Allí se perdió la confianza en el proceso multilateral, pero también se perdió confianza entre las partes", asegura Jorge Gastelumendi, de TNC. "Por suerte se ha avanzado bastante a lo largo de este año", añade.
"La polarización de las discusiones no beneficia a nadie, tenemos que encontrar espacios donde podamos identificar convergencias", coincide Luis Alfonso de Alba, representante del gobierno mexicano en la Cumbre.
"El ambiente con que llegamos a Cancún no está caracterizado por esas polarizaciones, hemos logrado rescatar primero la confianza de los estados partes, en el proceso (de consultas entre los países) y en las Naciones Unidas como la única vía que que puede dar resultado", asegura.
Sin embargo, el nuevo equilibrio de fuerzas en el Congreso estadounidense tras el avance republicano en las elecciones de noviembre podría modificar la postura de Washington.
Algunos activistas tienen la mirada puesta en EE.UU., el segundo emisor de gases contaminantes del mundo, y en cuál será su posición ahora que su Senado parece todavía más lejos que antes de ratificar un tratado climático que salga de la ONU.
En cualquier caso, Cancún puede servir también como escenario para preparar el terreno a la cumbre de Sudáfrica de 2011. Ecologistas, científicos y gobiernos confían en que la reunión de México sirva para generar el impulso necesario para firmar en consenso un tratado vinculante legalmente en la COP17.

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La COP16, en la encrucijada de la planeación del desarrollo

Fecha de Publicación: 28/11/2010
Fuente: La Jornada
País/Región: Internacional


“…Lo que está en juego es la capacidad de la civilización humana para modificar drásticamente sus patrones dominantes de consumo y producción, cosa íntimamente vinculada al paradigma occidental dominante de ‘progreso’ y de ‘bienestar’…”
A fin de cumplir el objetivo último de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático [CMNUCC], que consiste en «lograr […] la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático» —artículo 2 de la Convención—, el Protocolo de Kioto [PK] en su Anexo B obliga a los países desarrollados a reducir 5.2 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero [GEI], respecto de sus emisiones en 1990, con fecha límite un primer periodo de cumplimiento 2008-2012.
¿Por qué los países desarrollados? Porque como el problema inicia con la revolución industrial, los países que primero iniciaron sus procesos de industrialización son los mayores responsables históricos del cambio climático antropogénico [enlistados en el Anexo 1 de la CMNUCC y en el Anexo B del PK]. Los datos históricos globales [http://cait.wri.org] para el periodo comprendido entre 1850 y 2005 arrojan un gran total de 1.138 billones de toneladas de GEI emitidos, de las cuales los países Anexo 1 – B han contribuido con el 75.3 por ciento, y los países en desarrollo con el 24.7 por ciento.
Pero más allá de las responsabilidades históricas, para cumplir el objetivo último de la CMNUCC se requiere un segundo periodo de cumplimiento en el cual no solamente los países desarrollados, sino también los países en desarrollo, inicien, mantengan e incrementen los esfuerzos de reducción de emisiones de GEI hacia el largo plazo. Esto es lo que estuvo en juego en Copenhague y lo estará en Cancún.
Ya desde mediados de la última década del siglo XX los países en desarrollo contribuían con más del 50 por ciento de las emisiones globales. Los más recientes datos de todos los GEI [http://cait.wri.org] indican que, en 2005, de un total global de 44 mil 130 millones de toneladas de emisiones de GEI, los países Anexo 1 contribuyen con el 43.6 por ciento, en tanto que los países en desarrollo contribuyen con el 56.4 por ciento restante.
Los datos de 2005 indican que los diez más malos de la película, calibrados en millones de toneladas de emisiones de GEI, son: China, con 7,218 [16.4%]; Estados Unidos, con 6,948 [15.7%]; Unión Europea, 5,333 [12.1%]; Brasil, 2,856 [6.5%]; Indonesia, 2,045 [4.6%]; Federación Rusa, 2,021 [4.6%]; India, 1,877 [4.3%]; Japón, 1,397 [3.2%]; Alemania, 1,003 [2.3%]; y Canadá, 808 [1.8%]. Pegadito, en undécimo lugar, México contribuyó con 694 [1.6%]. Consideradas solamente emisiones de CO2 por deforestación, los campeones son Brasil, con 1,830 millones de toneladas, e Indonesia, con 1,459. En ese mismo año, la pérdida global registrada de carbono forestal fue de 5,376 millones de toneladas, el 12.2 por ciento de las emisiones globales, para lo cual los países en desarrollo contribuyeron con casi todo: el 11.3 por ciento.
Habida cuenta que la biosfera tiene una capacidad de captura, fluctuante en el tiempo, de alrededor de 15 mil millones de toneladas anuales, el exceso de carbono en la atmósfera terrestre claramente se debe a las actividades humanas. Homo sapiens ha roto el equilibrio biogeoquímico del carbono en la biosfera que lo hizo nacer y lo ha sustentado hasta ahora.
Todas las actividades humanas contribuyen a las emisiones de GEI. La mayor es la generación y uso de energía, con casi el 67 por ciento de las emisiones totales, por explotación de yacimientos fósiles, transporte y almacenamiento de combustibles, generación de electricidad con base en petróleo y carbón, y quema de combustibles fósiles para todo tipo de transporte [carga y pasajeros], maquinaria e industria. En segundo lugar las emisiones de metano y óxido nitroso de la producción agrícola [fertilizantes, arroz] y pecuaria [fermentación entérica, excretas animales], con alrededor del 14 por ciento; en tercero el cambio de uso de suelo, con el 12 por ciento, porque por deforestación se destruye la cobertura vegetal original y el carbono almacenado se vierte a la atmósfera; en cuarto algunos procesos industriales, con poco más del 4 por ciento, particularmente por producción de cemento y uso de solventes y refrigerantes; y en quinto la generación de desechos, residuos sólidos urbanos y aguas usadas, con poco más del 3 por ciento.
Las emisiones de GEI debidas a las actividades humanas comenzaron con la revolución industrial y tomaron ruta exponencial de crecimiento durante el siglo XX, particularmente después de la segunda guerra mundial. El uso intensivo del carbón, primero, y del petróleo y sus derivados, después, junto con la destrucción de la cobertura vegetal original, convirtieron al Homo sapiens en una fuerza geológica que rompió el equilibrio previo del ciclo biogeoquímico del carbono. Lo que tomó 320 millones de años [del Carbonífero a la fecha] a procesos geológicos para capturar carbono en el subsuelo y transformarlo en petróleo [biomasa fósil], al ser humano le tomó solamente 300 años quemarlo [la fracción accesible] y regresarlo a la atmósfera bajo la forma de CO2. El resultado está a la vista: Homo sapiens se convirtió en fuerza geológica capaz de modificar el clima planetario. Datos a partir de núcleos de hielos de Groenlandia, Siberia y Antártica, indican que durante los últimos 1.3 millones de años las concentraciones de CO2 en la atmósfera terrestre fluctuaron entre 180 y 285 partes por millón [ppm, es decir, por cada millón de moléculas de aire]; el ser humano las ha incrementado a 390. Y la carrera continúa en ascenso; datos preliminares para el fin de esta década indican que las emisiones globales estarían en el umbral de ¡50 mil millones de toneladas!
Pero solamente los países miembros de la Unión Europea [UE] han empezado a asumir las responsabilidades que como industrializados les reconoce la CMNUCC, ya que le han puesto precio al carbono [hasta 80 euros por tonelada en exceso] y actualmente les resulta monetariamente preferible no exceder los límites de emisiones que el PK establece para ellos. Aparentemente, la UE se ha hecho una apuesta estratégica a fin de llegar el primero a la nueva era tecnológica [lo que le permitirá vender know how en el futuro], así como a prevenir su seguridad ante las presiones migratorias que lo agobian, y que se incrementarán en el futuro cuando la población global pase de casi 7 mil millones de habitantes hoy día, a alrededor de 9 mil 500 millones en 2050. En cambio, otros países del Anexo 1 y B no han honrado sus compromisos satisfactoriamente: Australia, Canadá y Japón se han quedado cortos; en tanto que los Estados Unidos de América [EUA] de plano se hicieron a un lado y ni siquiera ratificaron el PK.
Lo que está en juego es la capacidad de la civilización humana para modificar drásticamente sus patrones dominantes de consumo y producción, cosa íntimamente vinculada al paradigma occidental dominante de «progreso» y de «bienestar».
Colapsos civilizatorios han ocurrido debido justamente a la incapacidad de algunas sociedades para modificar, a tiempo, sus valores culturales dominantes. El ejemplo más paradigmático es la Isla de Pascua [Jared Diamond dixit en «Colapso: ¿por qué unas civilizaciones perduran y otras desaparecen?»]. Esta isla, situada en la Polinesia en medio del Pacífico, a 3 mil 526 kilómetros de la costa más cercana en América del Sur, habitada por la sociedad rapanui llegó a tener una población de alrededor de 30 mil habitantes durante su época de apogeo, pero sufrió una crisis de sobrepoblación durante los siglos XV a XVII, y destruyó sus bosques porque no supo modificar sus valores culturales que le impelían a construir uno tras otro [cerca de un millar] de «moái», grandes estatuas en las que representaban a sus ancestros para asegurar la primacía de cada clan. Cuando los españoles llegaron en 1770 encontraron una población diezmada y atrapada en el canibalismo.
Hoy día, el planeta se nos hizo pequeño como si fuera una sola gran isla, la nueva «aldea global» en la que habitamos todos los seres humanos. En el curso de nuestra historia hemos destruido o transformado la mitad de la cobertura vegetal original. El problema es que no parecemos ser capaces de modificar nuestros valores culturales preventivamente, no obstante hoy sepamos que hemos configurado las piezas para un colapso global en el curso de este siglo debido a la pérdida de biodiversidad, destrucción forestal, pérdida de suelos fértiles, balance energético y biogeoquímico deficitario en la producción de alimentos, y cambio climático que agudizará todo lo anterior. Algo así como un síndrome «isla de Pascua», pero a escala planetaria.
Esto es lo que está en juego en la COP16 de la CMNUCC en Cancún [http://unfccc.int/], a realizarse del 29 de noviembre al 10 de diciembre del año en curso: que la comunidad internacional decida, multilateralmente, dar un golpe de timón definitivo. Pero, ¿cómo construir cauces de solución para esta complejísima situación cuando padecemos, además de pobreza extrema, marginalidad social e ingobernabilidad, la inexistencia de verdaderas capacidades de ordenamiento territorial y planeación estratégica? ¿Cómo migrar a fuentes alternas de energía, bajas o neutras en carbono, cuando somos adictos al petróleo y el carbón? ¿Cómo construir equidad cuando lo que mueve al mundo es la acumulación de riquezas en manos de unos cuantos privilegiados?
Nada de fondo logró acordarse en la COP15 [décimo quinta Conferencia de las Partes] de la CMNUCC [Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático]. Sin embargo, el denominado «Acuerdo de Copenhague» logró, en los últimos minutos de la Conferencia, un principio optimista de acuerdo global porque involucró a los dos principales emisores de GEI del planeta: los Estados Unidos y China. Está muy claro que, mientras estos dos gigantes económicos y monstruos emisores de GEI, no asuman sus responsabilidades internacionales de reducir el crecimiento de sus emisiones, los esfuerzos del resto del mundo serán infructuosos para frenar el calentamiento global. Ahora, en la COP16, no hay suficientes indicios de que puedan lograrse acuerdos significativos, excepto quizás, y muy optimistamente, un cauce para crear un instrumento global de valoración económica de los bosques que frene la deforestación: el denominado REDD+ [Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación forestal, con el plus por la conservación de servicios ambientales de los ecosistemas forestales, es decir biodiversidad, suelos fértiles, controles hídricos, y almacenamiento de carbono].
México, por iniciativa del presidente Calderón, obtuvo ser la sede de la COP16 de cambio climático, cosa que sonaba muy bien como oportunidad para que el país realizara un ejercicio de reflexión profunda acerca de sus opciones de desarrollo, íntimamente vinculadas al uso del petróleo y la necesaria y urgente migración a fuentes alternas de energía y hacia una economía baja en carbono.
Sin embargo, los grandes decidores de políticas, particularmente de los sectores energía, agricultura, alimentación, transportes e industria, no asumieron sus responsabilidades a la altura de las circunstancias. Tenemos, sí, un Programa Especial de Cambio Climático 2009 – 2012 [PECC] que permitirá a México reducir hasta 51 millones de toneladas en 2012 respecto de su escenario tendencial, pero que en su mayor parte son simplemente efecto de la contabilidad [porque, al menos, estos sectores empezaron a aprender a contabilizar sus emisiones de GEI]. Sin embargo, no apareció un sólo cambio importante en las políticas macroeconómicas y sectoriales que conduzca a una ruta de cambio, en serio, a largo plazo.
Pero no todo es reducción de emisiones de GEI. En realidad, lo más importante es la adaptación, asunto que las sucesivas COP han dejado persistentemente en condición marginal. Entre sus metas, el PECC plantea, para a más tardar 2012: un primer inventario de costos de adaptación para cada uno de los principales sectores económicos; una propuesta integral correctiva a los instrumentos de política pública para evitar que continúen incrementando la vulnerabilidad sectorial y regional; un primer Atlas Nacional de Vulnerabilidad ante los impactos adversos previsibles del calentamiento global; una propuesta para el fortalecimiento del Sistema Nacional de Protección Civil [Sinaproc], desarrollado alrededor de un eje de gestión integral de riesgo; y, quizás lo más significativo, una propuesta de adecuación del sistema nacional de planeación que incluya previsiones de ordenamiento territorial.
No se conocen avances, en ninguno de estos casos, por parte de la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático [CICC] que, parece, sólo tuvo una sola y tardía reunión este año de COP16. La Semarnat, que ocupa la presidencia permanente de la CICC, y la Subsecretaría de Planeación y Política Ambiental, que funge como secretariado técnico a través de su Dirección General de Cambio Climático, sólo han dado muestras de temor e incapacidad política para orientar, conducir y liderar el proceso.
No contamos con un verdadero sistema de planeación, no tenemos capacidades de ordenamiento territorial a fondo, continúa el avance de la frontera agropecuaria en contra de la vegetación primaria y se incrementa la pobreza y la marginación en las ciudades y el campo. Nada indica que hayamos sabido aprovechar ser anfitriones y presidencia de este magno evento internacional para palanquear la modificación de las políticas públicas que, en México, mantienen el estatus quo y acrecientan la velocidad de deterioro del medio ambiente y del bienestar de la gran mayoría de los mexicanos.

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México, anfitrión a partir de mañana de la Cumbre del Cambio Climático

Fecha de Publicación: 28/11/2010
Fuente: EFE
País/Región: Internacional


México acogerá en el balneario de Cancún a partir de mañana y hasta el próximo 10 de diciembre la XVI Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP16), que pretende adoptar medidas para luchar contra el calentamiento global del planeta tras el fracaso del anterior encuentro en Copenhague.
La Cumbre, a la que se prevé asistan 25.000 personas, entre ellas delegados de 194 países, comenzará mañana con un discurso de bienvenida del presidente mexicano, Felipe Calderón.
La secretaria de Relaciones Exteriores de México, Patricia Espinosa, presidirá los trabajos de esta conferencia a la que además asisten organizaciones civiles y sociales, funcionarios de la ONU y dos millares de periodistas.
Tras el fracaso de la anterior Cumbre, realizada el pasado año en Copenhague, donde no se logró un acuerdo vinculante sobre reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), los negociadores tampoco creen factible alcanzar ese consenso en Cancún.
Por ello hay pocas expectativas de poder fijar un segundo periodo de compromisos del protocolo de Kioto, único acuerdo vinculante hasta la fecha sobre reducción de emisiones, que vence en 2012.
Sin embargo, los países participantes son optimistas respecto a la posibilidad de lograr acuerdos en reforestación, adaptación, financiación y transferencia de tecnologías.
Calderón aseguró que en Cancún se tomarán "decisiones sin precedentes" y acuerdos "inéditos" contra el cambio climático pese a descartar un acuerdo global y vinculante.
Uno de los temas en el que hay más consenso es el de implementar mecanismos para reducir las emisiones de deforestación y degradación de bosques (REDD+ por sus siglas en inglés) que se calculan son el 20 % de las emisiones globales de efecto invernadero.
También podría salir de Cancún una decisión sobre cómo van a fluir los fondos de arranque rápido (fast track) para países en desarrollo por importe de 30.000 millones de dólares para el periodo 2010-2012 que fueron comprometidos en Copenhague.
La canciller mexicana, Patricia Espinosa, dijo en una reciente entrevista con Efe que su país confía en que en la Cumbre se acuerde el mecanismo de financiación a largo plazo conocido como "fondo verde", que en Copenhague quedó establecido en 100.000 millones anuales a partir del año 2020.
A Cancún han confirmado su asistencia una veintena de mandatarios, entre ellos varios latinoamericanos como el brasileño, Inacio Lula Da Silva, el venezolano, Hugo Chávez, el boliviano, Evo Morales y el ecuatoriano, Rafael Correa.
También asistirán los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, de Guatemala, Alvaro Colom, y de Costa Rica, Laura Chinchilla.
Los mandatarios y ministros de Exteriores y Medio Ambiente comenzarán a llegar a Cancún a partir del día 6 de diciembre, un día antes de que empiece la reunión de la fase de alto nivel que concluirá el 10 de diciembre.
El gobierno mexicano ha instalado la sede de la COP16 en un área alejada de la llamada Zona Hotelera de Cancún, en una larga franja de playa.
El evento se realizará entre dos inmuebles, el recién construido Centro de Exposiciones Cancunmesse y el Hotel Moon Palace, un complejo turístico de lujo apartado, donde tendrán lugar la mayor parte de las actividades.
Ambos lugares, separados por ocho kilómetros de distancia, estarán completamente cerrados por un dispositivo de seguridad y sólo será posible desplazarse de uno a otro a bordo de autobuses proporcionados por el gobierno mexicano.
Además, en el centro de Cancún se ha instalado la llamada Villa del Cambio Climático que acogerá un intenso programa de eventos culturales como exposiciones, exhibiciones, espectáculos artísticos, y muestras de cultura y folclore mexicano.
Unos 6.000 efectivos del Ejército, Policía Federal, estatal y municipal vigilarán el evento, mientras que se estima que asistirán unos 8.000 integrantes de movimientos alternativos, organizaciones no gubernamentales y civiles.
El gobierno mexicano promoverá además entre los días 5 y 8 de diciembre el Foro Green Solutions, donde directivos de empresas y altos funcionarios públicos debatirán sobre los avances en tecnologías limpias e iniciativas de negocios, inversión y comercio que ayuden a mitigar el cambio climático.

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